¿Sabías que no hace falta vivir en el campo para cultivar tus propias frutas y verduras? Gracias a los huertos urbanos, cualquiera puede hacerlo, sin importar dónde viva. Estos espacios pueden estar en terrazas, patios o parques, y no solo permiten disfrutar de alimentos frescos, sino que también mejoran la calidad del aire y crean un sentido de comunidad entre vecinos.
En los últimos años, las ciudades han crecido a un ritmo acelerado, priorizando edificios y carreteras sobre los espacios verdes. Esto ha traído consecuencias como el aumento del estrés, la ansiedad e incluso problemas de salud física. La falta de contacto con la naturaleza afecta directamente al bienestar de las personas.
Para contrarrestar estos efectos, cada vez más gente está creando huertos urbanos: pequeños espacios donde se cultivan frutas y verduras en plena ciudad. Además de embellecer el entorno, estos huertos ayudan al medioambiente, proporcionan alimentos frescos y sirven como un lugar de desconexión y contacto con la naturaleza.
Para que los alumnos conozcan más en profundidad estos huertos, proponemos visitar huertos urbanos cercanos a los colegios o crear un huerto escolar propio.
Un huerto urbano es un espacio en la ciudad donde se cultivan alimentos como hortalizas, frutas y hierbas aromáticas. A diferencia de las granjas tradicionales, que están en el campo, estos huertos aprovechan azoteas, balcones, patios o incluso terrenos vacíos. También pueden encontrarse en centros comunitarios, parques o colegios, ya que constituyen una importante herramienta educativa.
Los huertos urbanos no son una idea nueva. Han existido desde hace mucho tiempo, sobre todo en épocas de crisis, cuando la gente necesitaba producir su propio alimento. Durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, se crearon los «huertos de la victoria» en países como Estados Unidos y el Reino Unido para hacer frente a la escasez de comida. Hoy en día, estos espacios han evolucionado y se utilizan para la producción de alimentos y también para mejorar la calidad de vida en las ciudades.
Los huertos urbanos ofrecen muchas ventajas, más allá de cultivar alimentos. Son una fuente de comida fresca y saludable, ayudan a reducir la contaminación al disminuir la necesidad de transportar productos desde largas distancias y permiten reciclar desechos orgánicos para usarlos como abono. Además, las plantas mejoran la calidad del aire y ayudan a regular la temperatura en las ciudades.
A nivel personal, la jardinería es una excelente forma de reducir el estrés y fomentar hábitos más saludables. También es una oportunidad para aprender sobre sostenibilidad y trabajar en equipo, ya que muchos huertos urbanos funcionan como proyectos comunitarios donde la gente se une para trabajar la tierra.
Para los niños, los huertos ofrecen muchos beneficios: les permiten desarrollar una conexión directa con la naturaleza, aprender sobre el ciclo de vida de las plantas y experimentar un sentido de logro y satisfacción, lo que refuerza su autoestima y les enseña la importancia de cuidar el medio ambiente desde pequeños.
Tener un huerto urbano es la mejor manera de asegurarte de que siempre tendrás frutas, verduras y hierbas frescas en casa. Al cultivar tus propios alimentos, sabes exactamente cómo han sido producidos y evitas el consumo de productos con químicos innecesarios. Además, cosechar lo que tú mismo has plantado no solo es más saludable, sino que también hace que la comida sepa mejor.
Otro beneficio importante es que se reduce el desperdicio de alimentos. Como solo recolectas lo que realmente necesitas, evitas que la comida termine en la basura. Esto ayuda al medioambiente al mismo tiempo que al bolsillo.
Los huertos urbanos también juegan un papel clave en la conservación del planeta. Las plantas absorben dióxido de carbono (CO2) y liberan oxígeno, mejorando la calidad del aire. También ayudan a reducir la contaminación atrapando polvo y partículas en suspensión. Los huertos son un refugio para animales e insectos, como abejas y mariposas, que ayudan a polinizar las plantas y a mantener el equilibrio natural.
Incluso contribuyen a bajar la temperatura en las ciudades, ya que, mientras que el cemento y el asfalto absorben el calor del sol, las plantas refrescan el ambiente y crean espacios más agradables.
Otro aspecto positivo es que cultivar tus propios alimentos disminuye la huella de carbono. Al evitar el transporte de productos desde lugares lejanos, se reduce el uso de camiones y refrigeración, lo que significa menos emisiones contaminantes. Estos son los objetivos de la agricultura sostenible.
Los huertos urbanos benefician a quienes cultivan, pero también fortalecen los lazos entre las personas: pueden convertirse en espacios perfectos para realizar talleres y actividades en grupo y, además, cuidar de un huerto fomenta valores positivos que permiten crear una comunidad más unida.
Por esto, los huertos urbanos son un espacio ideal para promover el trabajo colaborativo y cooperativo. Al involucrarse en las tareas de siembra, cuidado y cosecha, las personas comparten conocimientos, habilidades y recursos, apoyándose mutuamente. En estos espacios, personas de diferentes edades trabajan juntos, fomentando la conexión intergeneracional.
En un mundo lleno de pantallas y tecnología, cuidar un huerto es una manera divertida y saludable de volver a conectar con la naturaleza
Pasar tiempo al aire libre, tocando la tierra y viendo crecer las plantas, ayuda a reducir el estrés y la ansiedad. Es una actividad relajante que nos permite desconectar del ritmo acelerado de la ciudad. Está científicamente demostrado que la jardinería puede mejorar el estado de ánimo y hacer que las personas se sientan más felices. Además, es una forma de hacer ejercicio, ya que cavar, plantar y regar son actividades que mantienen el cuerpo activo.
Muchas personas encuentran en la jardinería un sentido de logro y satisfacción. Ver cómo crecen las plantas y poder cosechar tus propios alimentos da una gran sensación de orgullo y autosuficiencia. También se ha demostrado que los huertos pueden ser una herramienta terapéutica para personas mayores o con problemas de salud, ya que los ayuda a mantenerse activos y motivados.
En un mundo lleno de pantallas y tecnología, cuidar un huerto es una manera divertida y saludable de volver a conectar con la naturaleza y con nosotros mismos.
No todos los huertos urbanos son iguales. Dependiendo del espacio disponible y de las necesidades de las personas, existen diferentes tipos de espacios. Veamos algunos de los más importantes.
Los huertos urbanos domésticos son pequeños jardines que se pueden hacer en casa. Si tienes un balcón, terraza o patio, puedes colocar macetas, jardineras o mesas de cultivo. Son perfectos para quienes quieren aprender a cuidar plantas de manera sencilla y sin mucho esfuerzo. Además, ayudan a que las familias coman alimentos frescos y saludables sin tener que salir de casa.
Los huertos escolares son jardines que se crean en los colegios para que los niños y jóvenes aprendan sobre el cultivo de plantas y la importancia de la naturaleza. En estos espacios, los estudiantes pueden sembrar semillas, cuidar de las plantas y observar todo el proceso de crecimiento de los alimentos, que pueden ser utilizados en las comidas escolares o en actividades educativas sobre la alimentación saludable.
Además los niños no solo aprenden sobre agricultura, sino también valores como la paciencia, el trabajo en equipo y el respeto por el medioambiente.
Los huertos urbanos escolares son una potente herramienta pedagógica por varias razones:
Para que los alumnos conozcan más en profundidad estos ecosistemas, proponemos algunas actividades.
La primera se llama Las plantas compañeras y comienza con unas preguntas que introducen el concepto de ecosistema: ¿qué creéis que es un ecosistema?, ¿quiénes forman parte de un ecosistema?, ¿es un huerto un ecosistema?, entre otras.
A continuación, se lleva a cabo el juego del ovillo, que consiste en que cada estudiante tendrá un «personaje» del huerto con una serie de funciones que se especificarán en unas tarjetas. La dinámica del juego consiste en que cada alumno/a tendrá que pasar la lana (sin soltar uno de los extremos) a otro compañero/a con el que tenga alguna relación. Por ejemplo: «Yo soy la mariquita y me alimento de pulgones?» (la mariquita le lanza el ovillo al alumno/a que tenga la tarjeta del pulgón.)
El objetivo es que se forme como una tela de araña, haciendo visibles todas las interacciones que hay en el huerto.
Por otro lado, la segunda actividad, llamada La huerta que habla, consiste en recopilar o crear poemas, canciones, refranes o adivinanzas en torno a la huerta. Algunos ejemplos son Por el encinar del huerto de Antonio Machado o algunas Odas elementales de Pablo Neruda.
Además, en Naturaliza contamos con numerosos recursos que permiten integrar los contenidos curriculares en las actividades que se realizan en el huerto para un aprendizaje experiencial.
Los huertos comunitarios son espacios en los que muchas personas trabajan juntas para cultivar alimentos. Suelen estar en terrenos dentro de los barrios y son cuidados por vecinos que colaboran en el mantenimiento de los mismos. Son lugares donde se puede aprender de los demás, compartir experiencias y disfrutar del aire libre.
Los huertos municipales son terrenos de cultivo gestionados por el gobierno de la ciudad. Las personas interesadas pueden solicitar un espacio para plantar sus propias frutas y verduras. Son una gran opción para aquellos que no tienen un jardín en casa, pero quieren disfrutar de la jardinería y la agricultura urbana. Son muchas las ciudades de España que ya acogen estas iniciativas: Madrid, Vitoria, Barcelona, A Coruña, Salamanca o Pamplona.
Los huertos urbanos municipales suelen estar organizados en parcelas individuales, donde cada persona o familia cultiva sus propias plantas. También hay zonas compartidas donde los participantes pueden colaborar en el cuidado de árboles, flores o espacios verdes.
Los huertos terapéuticos se encuentran en hospitales, centros de salud o lugares de rehabilitación. Cuidar de las plantas y pasar tiempo en un entorno verde puede mejorar la salud mental y física. Muchas personas se sienten más relajadas y felices al estar rodeadas de naturaleza. También ayuda a mejorar la coordinación y la movilidad, especialmente en personas mayores o en aquellos que necesitan terapias de rehabilitación.
Los huertos urbanos permiten cultivar una gran variedad de plantas, incluso si el espacio es pequeño. Lo más importante es elegir aquellas que se adapten bien al lugar donde vas a plantarlas, teniendo en cuenta la cantidad de luz solar, el clima y el tipo de macetas o jardineras que tienes.
Las hortalizas son una excelente opción porque crecen rápido y muchas de ellas no necesitan mucho espacio. Algunas de las más fáciles de cultivar en un huerto urbano son los tomates, las lechugas, las zanahorias y los pimientos. Determinadas frutas como el aguacate crecen rápidamente con unos cuidados mínimos.
Las hierbas aromáticas son perfectas para cualquier huerto urbano, incluso si solo tienes una pequeña repisa en la ventana. No necesitan demasiado espacio y, además de dar buen aroma, puedes usarlas para cocinar. Algunas opciones son la albahaca, la menta, el romero o el tomillo.
Si bien los árboles frutales necesitan más espacio, hay algunas frutas que se pueden cultivar en macetas o jardineras en un huerto urbano, como las fresas, las frambuesas y los arándanos.
Tener flores en el huerto urbano lo hace más bonito a la vez que atrae polinizadores como abejas y mariposas, que ayudan a que las plantas crezcan mejor. Algunas flores fáciles de cultivar son las caléndulas, las petunias o los geranios, por ejemplo.
Si es tu primera vez con un huerto urbano, lo mejor es empezar con plantas fáciles de cuidar y que no necesiten demasiada atención. También es importante elegir plantas que se adapten bien a tu espacio. Por ejemplo:
Si quieres tener tu propio huerto urbano, crear uno es una experiencia muy divertida y puedes empezar en casi cualquier espacio de tu casa. Veamos los pasos a seguir.
Lo primero que necesitas es elegir el lugar perfecto. Hay muchas opciones: puede ser una terraza, un balcón o hasta una ventana que reciba mucha luz del sol. Las plantas necesitan sol para crecer, así que asegúrate de que tu espacio esté bien iluminado. Una vez que hayas decidido dónde poner tu huerto, es hora de conseguir los materiales. Vas a necesitar recipientes como macetas, jardineras o mesas de cultivo. Estos son los lugares donde van a crecer tus plantas, así que asegúrate de que tengan agujeros en la parte de abajo para que el agua pueda salir y no se acumule. Si el agua se queda estancada, las raíces pueden pudrirse.
Después de tener los recipientes listos, hay que preparar el sustrato. El sustrato es la tierra donde van a crecer tus plantas, y es importante que sea de buena calidad. Lo ideal es usar una mezcla de tierra fértil y compost, que es como un abono natural hecho de restos orgánicos. Esto les da a tus plantas los nutrientes que necesitan para crecer fuertes y sanas. La tierra no debe estar demasiado mojada, pero tampoco debe estar seca. Por eso, es esencial regarla de manera correcta.
Hay algunos cuidados esenciales que no pueden olvidarse. En primer lugar, las plantas necesitan luz, así que deben recibir al menos seis horas de sol al día. Sin sol, las plantas no podrán crecer bien. También es importante protegerlas de las plagas. Hay varias maneras de hacerlo: usar mallas especiales para cubrirlas o incluso repelentes naturales como el ajo o el aceite de neem, que ayudan a mantener alejados a los insectos sin dañar a tus cultivos. Y, por último, no olvides hacer una pequeña poda, es decir, quitar las hojas secas o las malas hierbas que puedan estar quitándole espacio o nutrientes a las plantas. Esto ayudará a que crezcan más sanas y fuertes.
Si aún no tienes tu propio huerto urbano o escolar, ¿a qué esperas para empezar? Con un poco de esfuerzo y dedicación, pronto podrás disfrutar de sus beneficios como herramienta educativa y pedagógica.
Texto: Arantza García