Más allá de preocuparse por el reciclaje o el ahorro de agua, los ecodelegados son alumnos convertidos en líderes ambientales que, con la ayuda de los docentes, impulsan verdaderas transformaciones sostenibles en los colegios.
Separar residuos, apagar las luces cuando no sean necesarias o no malgastar el agua son medidas ya cotidianas tanto en los hogares como en las escuelas. Sin embargo, el camino de la transición ecológica y circular va más allá de estas acciones puntuales: el objetivo es consolidar una nueva forma de entender los entornos y de relacionarnos con ellos basada en el cuidado de la naturaleza y los recursos. Siendo este uno de los mayores cambios globales de los últimos (y los próximos) años, las escuelas tienen un papel fundamental como instituciones y agentes de transformación social. Con el objetivo de avanzar en este camino y, especialmente, de involucrar en él a los alumnos y a toda la comunidad educativa, nace la figura de los ecodelegados.
Más allá de ser responsable de llamar la atención a quien tira un papel al suelo o deja las luces del aula encendidas, los ecodelegados se conciben como líderes ambientales dentro de la escuela: su objetivo principal es aumentar la conciencia ecológica en el centro (y en sus inmediaciones) a través de un comité ambiental organizado. Sobre todo, a través de acciones que permitan a la comunidad educativa aumentar su conciencia ambiental y, con ello, su compromiso ecológico.
Frente a la figura del delegado –que suele ser uno por clase–, cualquier alumno con ganas de participar en actividades de transformación sostenible en el colegio puede sumarse al grupo de los ecodelegados. También se busca que estos grupos sean de edades mixtas, lo que ayuda, además de al intercambio de visiones y aprendizaje mutuo, a ver más allá del aula y pensar en grande; a reflexionar sobre cómo puede cambiar la escuela. Por supuesto, también habrá docentes que formen parte del grupo de los ecodelegados para ayudar al alumnado en sus objetivos de desarrollo y a canalizar sus ideas para convertirlas en verdaderas transformaciones.
Además, a medida que aumentan el número de acciones realizadas y su impacto, otros agentes sociales (tales como familiares, entidades del ayuntamiento, vecinos u ONG) podrían sumarse al proyecto, creando así una comunidad educativa más sólida a través de toda una red de colaboradores para la transformación ambiental tanto dentro como fuera del centro.
Cualquier alumno con ganas de participar en actividades de transformación sostenible puede sumarse a los ecodelegados
En primer lugar, es imprescindible diseñar una buena organización para estos comités ambientales. Para ello, la mejor fórmula es programar quedadas periódicas entre todos los miembros. Asistir a estas reuniones es clave, ya que los ecodelegados examinan en ellas los problemas y retos ambientales que les rodean y deciden qué objetivos y acciones pueden ayudar a solventarlos.
Los ecodelegados examinan los retos ambientales que les rodean y deciden qué objetivos y acciones pueden ayudar a solventarlos
Las actividades propuestas pueden ser muy diferentes y siempre será bienvenida la creatividad. Un enfoque que puede ser muy beneficioso para el desarrollo tanto del alumnado como de la comunidad educativa en general. Entre otras muchas, algunas de las propuestas podrían ser:
Esta figura se enmarca en el aprendizaje-servicio, una metodología a través de la cual se aprende haciendo un servicio a la comunidad bajo la premisa de que la infancia constituye un eslabón ciudadano de peso que puede contribuir a impulsar cambios sociales con gran impacto, en este caso, a través de la eco-conciencia y eco-responsabilidad.
Este tipo de metodología resulta ser muy exitosa tanto por su impacto social como, especialmente, por el aprendizaje de los más pequeños, ya que pueden apreciar las consecuencias y beneficios de sus acciones de una forma muy directa, lo que despierta su espíritu crítico y, además, les llena de ilusión y motivación.
Texto: Ana Calvo Jiménez
Ilustración: Nicolás Aznárez