PREPARA TU PROYECTO

Descripción específica

  1. Analogía entre las funciones básicas de nuestro organismo y del planeta entendido como organismo vivo

    Partimos de esta analogía basándonos en que tanto el cuerpo humano como el planeta, son sistemas vivos, albergan vida. Ambos son un conjunto de elementos ordenados, interrelacionados que interactúan entre sí. Así todas las partes del sistema Tierra mantienen una interacción recíproca y cada parte, por pequeña que sea, puede influir en el comportamiento del conjunto. Con la ecología, podemos estudiar los elementos de la naturaleza o del sistema Tierra como sistemas que a su vez están inmersos, rodeados o incluidos en otros sistemas, y analizar los intercambios de materia, energía e información a todos los niveles y en todas las partes del sistema, relacionadas y dependientes entre sí. Algo así vendría a estudiar la salud que estudia las interrelaciones que ocurren en el sistema cuerpo humano. En este caso, hemos llamado sistema (o a veces aparato) al conjunto de órganos que contribuyen a realizar una función general común, es decir, órganos interrelacionados que interactúan para conseguir un objetivo común, como en el caso del sistema digestivo, la digestión de los alimentos. Sin embargo el cuerpo humano en su conjunto es un sistema como lo puede ser cualquier ecosistema del planeta, pues para mantenerse vivo requiere de todas sus partes y elementos interrelacionados funcionando correctamente para cumplir nuestras funciones vitales.

    En las actividades del proyecto enfatizamos que la Tierra es un sistema vivo y lo comparamos con nuestro cuerpo y la salud del mismo pues como sabemos el cuidado y mantenimiento de la vida en ambos sistemas están íntimamente relacionados. Para provocar una actitud crítica ante determinadas prácticas nocivas para nuestra salud y la del planeta, establecemos comparaciones entre nuestras funciones vitales y las que podrían ser análogas en el sistema Tierra.

    Un par de ejemplos que podemos utilizar para hacer patente esta interconexión entre los distintos elementos del sistema cuerpo humano o el sistema Tierra para analizar las consecuencias en el conjunto de eliminar alguno de sus elementos, podrían ser estas situaciones:

    ¿Qué pasaría si…

    …no digiriéramos los alimentos después de comer?: Inicialmente podríamos sufrir diarrea, que podría estar acompañada de calambres y dolor abdominal. Si sufrimos una gran pérdida de agua puede acabar en deshidratación. Por otra parte, si no somos capaces de hacer la digestión y no absorbemos los nutrientes empezaremos teniendo debilidad y fatiga, lo que puede afectar a otros órganos y aparatos.

    …los restos de comida de la basura no se depositasen en los contenedores indicados y no se convirtieran en compost?: La basura se convierte en compost porque muchos pequeños organismos la utilizan como alimento. Si no existieran estos pequeños seres vivos, se acumularía. Por un lado, podría cubrir el suelo donde crece las plantas, por lo que tendrían menos espacio para crecer. Además, los nutrientes que se encuentran en la basura no podrían volver al suelo para alimentar a otras plantas y así cerrar el ciclo. El resultado final, con el tiempo, sería que no habría plantas que pudiéramos comer ni las personas ni otros animales y los suelos no serían fértiles.

  2. Analogía de la función de nutrición del cuerpo humano y los ciclos de materia del planeta

    Tanto nuestro cuerpo como el planeta funcionan como sistemas en los que todas sus partes están interrelacionadas, trabajan juntas y los cambios en una de sus partes pueden afectar al resto. En este proyecto estamos comparando las funciones vitales del sistema ser humano con las funciones análogas en el sistema Tierra. En el caso de la función de nutrición, en el cuerpo humano sucede en nuestro sistema digestivo y en la Tierra la “digestión” de la materia se realiza en el ciclo de la materia.

    Nuestro sistema digestivo es capaz de degradar los alimentos (materia orgánica), de descomponerlos en nutrientes y sustancias más sencillas que son fáciles de asimilar. Gracias a ello podemos vivir y realizar el resto de nuestras funciones vitales. La entrada del alimento en el cuerpo humano se realiza a través de la boca, en la etapa de la nutrición conocida como “ingestión”. Los dientes se encargan de triturar el alimento en sustancias más pequeñas y, gracias a la lengua, pasa al esófago para continuar con la etapa de la “digestión”. En los ecosistemas, esta digestión se realiza de forma similar, el alimento entra a través de los productores, es decir, a través de las plantas que, gracias a la fotosíntesis, transforman las sustancias complejas en sustancias más simples para que sean digeridas por el resto de los organismos: los consumidores.

    En el ser humano, estas sustancias circulan por la sangre y llegan a otros órganos y células, donde son “absorbidos”, mientras que en los ecosistemas los nutrientes circulan a través de los diferentes consumidores (primarios, secundarios y terciarios). Al final, en el cuerpo humano, las sustancias que no han podido ser digeridas ni absorbidas, son expulsadas fuera del cuerpo a través de las heces. Por tanto, en nuestro caso, se trata de un ciclo abierto, pues nuestro cuerpo no puede reciclar los desechos.  Sin embargo, en los ecosistemas, el ciclo de la materia es un ciclo cerrado ya que los restos de materia orgánica (restos de seres vivos, desechos orgánicos, etc.) son descompuestos por las bacterias y los hongos, transformándose en sustancias que son fácilmente asimilables por las plantas (materia inorgánica). Gracias a ellos, la materia orgánica es reciclada y el planeta se mantiene limpio.

    El papel de los descomponedores en la digestión del planeta es fundamental, estos seres vivos (invertebrados, hongos y bacterias.) transforman la materia orgánica de plantas, animales y otros seres vivos, en inorgánica y cierran los ciclos de la materia dejando los minerales de nuevo disponibles para las plantas y cerrando el ciclo de la materia. En los ecosistemas, la materia pasa desde el medioambiente (atmósfera, hidrosfera y litosfera) a los seres vivos y, de estos, de nuevo, pasa al medioambiente. La dependencia y conexión del sistema ser humano del sistema Tierra es clara y la necesidad del cuidado de ambos para tener una vida de calidad, evidente, pues somos parte de la cadena alimenticia y cualquier impacto que sufra el medioambiente, como contaminación del suelo por ejemplo, nos puede volver en forma de verdura contaminada y afectar a nuestro cuerpo y su salud.

  3. Los bosques como "pulmones" del planeta (analogía del sistema respiratorio del cuerpo humano con la respiración del planeta Tierra)

    Según Max Neef en “Desarrollo a escala humana”: “las necesidades claves de los seres humanos vienen a ser comunes a todas las culturas y son aquellas cosas cuya carencia haría imposible una vida digna”. Lo que varía entre una cultura y otra son las diferentes formas de resolver las necesidades. Estas tienen una relación estrecha con los indicadores de bienestar humano y los servicios que nos brindan los ecosistemas, que son los beneficios que nos proporcionan los sistemas naturales. Debemos tener en cuenta que vivimos en un mundo frágil donde los recursos son limitados y escasos, por lo que tenemos que escoger las formas de resolver las necesidades, llamadas también satisfactores,  de modo que sean las adecuadas de acuerdo con Neef, M. 1994.

    El mantenimiento de estos beneficios implica la conservación del medioambiente natural, no solamente por su valor intrínseco, sino también porque es vital para el mantenimiento de nuestra salud, seguridad, bienestar y prosperidad.

    Los servicios ecosistémicos: de abastecimiento (bienes como materias primas, alimentos, agua dulce o medicinas), los de regulación de ciclos que, regulan los procesos naturales del aire, agua, suelo y ayudan a reducir ciertos impactos como controlar enfermedades o inundaciones, los de apoyo, base del funcionamiento de los procesos ecosistémicos para garantizar los servicios indicados (como la fotosíntesis, la biodiversidad o los procesos ecológicos fundamentales que mantienen la vida: el ciclo del agua o biogeoquímicos de nutrientes.) y los culturales (relación entre los seres humanos y la naturaleza que los rodea: conocimiento científico y ecológico, identidad cultural, disfrute espiritual, disfrute estético, recreo) son servicios compartidos con los bosques. Así, los árboles cumplen un importante papel en la regulación del clima al absorber y almacenar gases de efecto invernadero como CO2, regular el ciclo hidrológico, creación de microclimas por los bosques, etc. y en la regulación de la calidad del aire gracias a la capacidad de los bosques para extraer o absorber gases o partículas contaminantes del aire.

    Existe una relación directa entre los ecosistemas, los servicios que proporcionan y el bienestar humano y por tanto en la salud: un cambio en los ecosistemas tiene repercusiones en los seres humanos y viceversa. Lo mismo ocurre con los bosques. Los bosques además también sirven como hábitat de gran diversidad de especies, son reguladores de flujos hidrológicos, administradores de O2, mantienen la humedad y fertilidad de los suelos, controlan la erosión e inundaciones, controlan el clima, etc. y por supuesto son parte importante de los productores de la cadena trófica, el primer eslabón, capaz de transformar los minerales y el carbono presente en azúcares que sirven de alimento al resto de seres vivos, con la energía del Sol.

    Las emisiones de gases y partículas contaminantes a la atmósfera, junto con la contaminación de suelos y de aguas, conllevan a generar en los bosques mayor vulnerabilidad afectando y amenazando, además, a los diferentes ecosistemas y la vida del planeta.

    Mientras que los servicios de los ecosistemas y por ende de los bosques han ido deteriorándose cada vez más, parte del bienestar humano de una parte de la población mundial se ha incrementado a su costa pero otra parte, relacionada con el bienestar emocional y la salud, ha empeorado. Si no adoptamos ningún cambio este deterioro se agravará, tal y como expone la European Environment Agency, aumentará con ello la inseguridad hídrica y alimentaria, elevando el precio de los productos e incrementando los conflictos, las migraciones, el cambio climático y la vulnerabilidad a los desastres naturales (inundaciones, sequías, etc.) que, terminará suponiendo un impacto cada vez más negativo en el bienestar humano.

    Los bosques son los principales sumideros naturales de CO2 del planeta. Captan CO2 de la atmósfera o disuelto en agua y con la ayuda de la luz solar lo utilizan en la elaboración de compuestos sencillos de azúcares. Esta función que posibilita este proceso es la fotosíntesis. Los vegetales también tienen el proceso de respiración absorbiendo O2 y liberando CO2, pero el intercambio de gases en la fotosíntesis absorbiendo CO2 es mucho mayor y significativo que en la respiración. La absorción de CO2 por parte de la vegetación compensa las pérdidas de este gas que sufren por la respiración y lo que se emite en otros procesos naturales como la descomposición de materia orgánica. Por lo tanto, reducen la concentración de los gases de efecto invernadero en la atmósfera, mitigando el cambio climático. Es por ello que los bosques se consideran el pulmón del planeta, al regular la presencia de CO2 y expulsar O2 a la atmósfera, esencial para la vida en la Tierra.

    Debido a la actividad antrópica (combustión de fósiles, transporte, deforestación, etc.), en la actualidad, hay más producción de CO2 que consumo por las plantas, rompiendo el balance del ciclo. Las plantas obtienen los átomos de carbono esenciales desde el aire a través de sus estomas en las hojas, y los nutrientes esenciales a través de las raíces. Cuando algún nutriente (incluyendo carbono y CO2) no está en la proporción adecuada, afecta al crecimiento de la planta. Altas concentraciones de CO2 pueden saturar a la planta disminuyendo su capacidad de metabolizar el CO2 obtenido. Esto repercute por supuesto inmediatamente en nuestra respiración y por tanto en nuestra salud.

  4. Analogía del sistema circulatorio del cuerpo humano con la circulación del agua

    El aparato circulatorio que lleva la sangre a todas las partes del cuerpo puede compararse con la circulación del agua en la Tierra. Si vemos los ríos y sus afluentes desde el aire, se asemejan a nuestras arterias, venas y capilares. El agua es un elemento imprescindible para la vida, prueba de ello es la gran biodiversidad que se forma alrededor de los cursos de agua como la que compone los bosques de galería. Asimismo, desde la antigüedad los asentamientos humanos se han establecido cerca de los cursos de agua, tan necesario para el riego de los cultivos o el abastecimiento de este elemento a la población. Si seguimos con esta comparación, podríamos decir que la circulación de la sangre es un ciclo pues recorre todo el cuerpo, en un sentido llevando oxígeno y nutrientes y en el otro recogiendo desechos para ser limpiados en otras partes del cuerpo. En el ciclo del agua, este va recorriendo diferentes lugares como ríos, lagos y aguas subterráneas y se evapora para caer en forma de precipitación de nuevo, el motor del ciclo del agua es el sol, mientras que el del sistema circulatorio humano es el corazón. Siguiendo con esta interesante comparación se pueden encontrar otras analogías, como por ejemplo que para limpiar las aguas antes de devolverlas a ríos, lagos u océanos es necesario depurarlas, al igual que en nuestro cuerpo depuramos la sangre con nuestros riñones…, las venas podrían ser las tuberías de las cañerías, etc.

  5. Actitud crítica ante prácticas perjudiciales para la calidad del agua y del aire

    Podemos concebir la Tierra como un sistema formado por numerosos subsistemas (sistemas sociales, ecosistemas), elementos y procesos que, mantenidos en un equilibrio natural dinámico, consiguen alcanzar el objetivo más fascinante de todos: mantener la Tierra como un sistema vivo. El agua y el aire son elementos indispensables para la vida, el oxígeno es indispensable para que respiremos y por tanto para nuestra función vital de nutrición y el agua es indispensable para nuestros procesos celulares, llegando a formar el 70 % del cuerpo humano. Por ello su estado y conservación tiene una enorme influencia desde luego sobre nuestra salud pero indiscutiblemente, también para la vida en el planeta y el mantenimiento de sus procesos. Así, la contaminación de aguas, atmósfera (y suelos) es tal vez, junto con el calentamiento global, el elemento más visible y conocido de los que componen el cambio global.

    La situación actual exige, entre otras cosas, la reconciliación entre ciencias sociales y naturales y nuevos marcos de análisis que estudien las relaciones existentes en el sistema Tierra y en el sistema ser humano, pero integrando a este en la naturaleza. En este punto entra en juego el pensamiento sistémico y el socioecosistema para poder estudiar no solo los componentes sino por supuesto, sus relaciones, interacciones y retroalimentaciones. Un socioecosistema se puede definir como un sistema complejo y adaptativo que hace referencia a los procesos de acoplamiento e interacción entre los sistemas sociales (cultura, economía, organización social y política) y los sistemas ecológicos (naturaleza) en un espacio-tiempo determinado, según Salas et al. (2012). Nuestras acciones y estructuras socioeconómicas deben ir en armonía con el resto de elementos del sistema, sin olvidar que todos los componentes y procesos están en constante interacción. Este enfoque es perfectamente aplicable a la contaminación atmosférica o del agua:

    Contaminación atmosférica

    Existe una gran variedad de contaminantes emitidos a la atmósfera desde fuentes fijas como industria, centrales térmicas, incineradoras, vertederos, calefacciones domésticas o móviles como los medios de transporte, ya sean para nuestra propia movilidad o de los productos que utilizamos. Algunos de estos contaminantes están relacionados directamente con la combustión y otros son subproductos de las distintas actividades referidas.

    Muchos de estos contaminantes provocan graves consecuencias en la salud humana, principalmente al sistema respiratorio y circulatorio, como los óxidos de nitrógeno provenientes de los tubos de escape, o los de azufre provenientes de la combustión del carbón. Algunos contaminantes pueden provocar alteraciones en edificios o materiales y también en los componentes y funcionamiento de los ecosistemas.

    Uno de los contaminantes causados por la actividad humana que más se destaca (por su papel en el cambio climático), es el aumento de CO en la atmósfera, pero no es el único, el metano producido en las explotaciones ganaderas por ejemplo también tiene este mismo efecto. El aumento de estos gases es el principal factor de alteración del ciclo de carbono. El mantenimiento de este ciclo es esencial para el funcionamiento de los ecosistemas y la supervivencia de todos los seres vivos. De este ciclo, depende, entre otros, el equilibrio dinámico de la composición de la biosfera.

    El aumento de la proporción de CO2 y del resto de gases de efecto invernadero aumenta dicho efecto y es la principal causa del cambio climático.  Este incremento repercute también en el aumento de la cantidad de CO2 que es captado por los océanos, provocando la acidificación de las aguas, lo que conlleva pérdida de productividad de los ecosistemas marinos, al disminuir la captación de oxígeno, reducirse los esqueletos de carbono de algunas especies significativas de fitoplancton (que son la base de la pirámide trófica marina) o el éxito reproductivo de algunas especies. Además del aumento de la concentración de CO2, quema de combustibles fósiles, el transporte, la acumulación de basura, etc., emiten gases y otras partículas contaminantes a la atmósfera (óxidos de nitrógeno, dióxido de azufre, metano, monóxido de carbono, etc.).

    Contaminación del agua

    El agua es el recurso básico para garantizar la vida de todos los seres vivos del planeta. Su escasez y/o contaminación provocan que millones de personas tengan un acceso deficiente a este bien tan necesario. En muchos lugares del planeta se produce contaminación hídrica por vertido de aguas residuales procedentes de la actividad industrial y del uso doméstico y en los países en vías de desarrollo, más del 80% de las aguas residuales se descarga sin tratamiento, contaminando ríos, lagos y zonas costeras. Otras actividades como la agricultura intensiva (fertilizantes, fitosanitarios, abonos), la ganadería (fitosanitarios, estiércol) o los vertederos generan también contaminación indirecta en el agua, provocada por la movilización de contaminantes presentes en el suelo que pueden alcanzar las aguas subterráneas.

    La contaminación del agua afecta a los ecosistemas acuáticos y a los ecosistemas ligados al agua, como son los bosques de ribera.  La desaparición de los bosques de ribera favorece a su vez las inundaciones. La contaminación de agua afecta también a la calidad de las aguas para uso y consumo humano, dejando en ocasiones desabastecidas de agua potable a las poblaciones y provocando enfermedades por consumo de agua contaminada.

    Nuestros hábitos de consumo afectan indudablemente a la calidad del aire y del agua:

    En el caso concreto de la alimentación, la agricultura industrial y la globalización han provocado importantes cambios no solo en nuestra dieta, sino también ambientales como el desconocimiento de los calendarios de producción agrícola y con ello el olvido de los alimentos de temporada. En muchas ocasiones consumimos alimentos con una gran huella ambiental pues gastan enormes cantidades de agua o recorren largas distancias para llegar a nuestros hogares con la consiguiente contaminación atmosférica derivada de su transporte. En este sentido el consumo de productos locales y de temporada es una elección más adecuada desde una perspectiva proambiental, que además se encuentran disponibles, y en sus condiciones óptimas para el consumo, en un momento determinado del año, marcado por su ciclo biológico y nos ofrece los alimentos con sus máximas propiedades organolépticas como aroma y sabor lo que supone mayores beneficios para nuestro cuerpo al tomarlos. Además, cuando la producción es cercana a los puntos de consumo, no necesita recorrer largas distancias ni precisa generar elementos de conservación con cámaras frigoríficas u otros sistemas que generan emisiones de CO2 (también de CH4, metano, en la producción de carne expulsado por los rumiantes y NOx, óxidos de nitrógeno, con los estiércoles). El modo de producción: producciones con certificación ecológica o producciones agroecológicas (que se realizan respetando los ciclos productivos de la naturaleza) tienen una huella ambiental menor que las producciones industriales. Tipo de materiales utilizados en el envasado: si en el diseño del envase incorpora materiales reciclables o criterios de ecodiseño.

    En el consumo de otros bienes, como ropa, juguetes, muebles, tecnología etc. la extracción de materias primas, su transformación en productos en los procesos industriales, en el transporte durante su distribución y al final de su vida útil en la que pueden llegar a convertirse en un residuo y si no es reutilizado o reciclado, en basura, la contaminación del aire, del agua, o del suelo también queda patente. Asimismo, en el propio uso de esos bienes, si estos requieren de energía o combustible para funcionar, también se contamina el aire. En nuestra propia movilidad o transporte empleamos medios que dependen de combustibles o energía, lo que produce el mismo efecto.

  6. Hábitos proambientales dirigidos al cuidado del agua y del aire

    Hay infinidad de acciones y cambios en nuestros hábitos que podemos llevar a cabo para seguir mejorando el uso que hacemos del agua y el aire. Fomentando la actitud crítica ante las prácticas que contaminan como se desarrolla en el punto anterior y con las actividades del proyecto, tenemos una parte del camino recorrido. Analizar las consecuencias de nuestras acciones y tomar una actitud crítica ante las mismas y los efectos que provocan en la naturaleza es primordial para poder darles la vuelta si es necesario. A continuación dejamos algunos ejemplos de hábitos proambientales que pueden ayudarte a dinamizar y orientar las reflexiones sobre cómo hacer un uso más responsable del agua y mitigar la contaminación del aire y el agua (en las sesiones 10 y 11, o en otras que surja esta temática). Asimismo te recomendamos que consultes información más amplia acompañada de más ejemplos concretos en el tema “Actitudes, comportamientos y hábitos proambientales” en la Escuela de Docentes.

    • Reflexiona acerca de la verdadera necesidad de comprar un producto antes de hacerlo: no compres artículos y productos que no necesitas.
    • Alarga la vida de los productos en la medida de lo posible, reparándolos o evitando sustituirlos si realizan su función.
    • Consume preferentemente productos locales, elaborados de forma más sostenible (materiales o métodos de producción) y/o de comercio justo.
    • Consume preferentemente y en la medida de tus posibilidades:
    1. Productos de cercanía.
    2. Productos agroecológicos y/o de agricultura ecológica
    3. Productos de temporada
    4. Productos frescos
    5. Productos de comercio justo
    • Evitar tirar alimentos. Congela productos frescos y las sobras si no vas a consumirlos antes de que se estropeen.
    • Sustituir el baño por una ducha rápida, cerrando el grifo al enjabonarte.
    • Separar los residuos, ya que el reciclaje ayuda a reducir las emisiones de CO2, entre otras cosas se evita la extracción de nuevas materias primas
    • Cerrar el grifo al cepillarse los dientes, lavarse las manos, lavar los platos
    • Aprovecha el agua de la cocina para otros usos (por ejemplo el agua de cocciones o lavado de verduras para regar)
    • Disminuir nuestro consumo de agua reduce la cantidad de energía empleada en el abastecimiento y depuración e, indirectamente, la cantidad de gases de efecto invernadero emitidos a la atmósfera.
    • Utilizar los contenedores de recogida de ropa y de aceite doméstico evita la contaminación del agua por aceite y el reciclaje de ropa disminuye el gasto de energía y la contaminación.
    • Utilizar los objetos y materiales hasta que se agoten.
    • Caminar o utilizar la bicicleta para trayectos cortos y medias distancias.
    • Utilizar preferentemente el transporte público para distancias más largas.
    • Aislar las ventanas y las puertas para aumentar la eficiencia energética.
    • Mantener puertas y ventanas cerradas cuando esté encendida la calefacción o el aire acondicionado.
    • Desconectar por completo los electrodomésticos cuando no se utilicen (usar una regleta puede simplificarlo).
    • Apagar luces innecesarias.
    • Aprovechar la iluminación natural del Sol al máximo.
  7. Toma de decisiones y hábitos proambientales para nuestra vida como seres humanos y en nuestro planeta

    Nuestra pertenencia a la naturaleza como seres vivos es innegable, al igual que  nuestra dependencia del buen estado de los ecosistemas para abastecernos de alimento y agua limpia pero nuestra dependencia de la naturaleza va más allá del suministro de agua o alimento. Como hemos visto, los ecosistemas nos ofrecen servicios que se definen como los beneficios proporcionados por los sistemas naturales. Además de su valor intrínseco, la naturaleza es esencial para garantizar el bienestar humano, ya que nuestra vida depende de los procesos ecológicos fundamentales que se dan gracias a ella y de los servicios que nos presta. Hay recursos que el ser humano extrae directamente de la naturaleza para garantizar su supervivencia y mantenimiento, como los agrícolas, ganaderos, pesqueros, mineros y forestales. Otros elementos, como la ropa, alimentos procesados, materiales de construcción, combustibles, también proceden indirectamente de la naturaleza. Los elementos que el ser humano extrae de la naturaleza no se encuentran aislados. El entorno es un sistema vivo, dinámico y flexible, en el que el ser humano se desarrolla a través de relaciones de interdependencia con el resto de elementos de su entorno. Las alteraciones en cualquiera de sus elementos, tanto cuantitativas como cualitativas, repercuten sobre el resto del sistema y afectan a su globalidad.

    Por ello es fundamental que como seres humanos que formamos parte de la naturaleza, conozcamos los efectos de nuestras acciones y cómo mitigarlos como hemos visto en los puntos anteriores, para dirigir nuestras decisiones y acciones a un mayor mantenimiento de los ecosistemas del planeta. Somos parte del sistema así que no podemos obtener aquello que necesitemos sin más pues participamos como cualquier otro elemento del mismo. Conservar la naturaleza, a través de una gestión adecuada de los recursos naturales que nos brinda, es conservar las posibilidades de mantener la vida en nuestro planeta tal y como la conocemos y aporta un beneficio a los seres vivos y por tanto también a nosotros como seres humanos, incluyendo nuestro bienestar físico pero también el emocional, que aumenta si en nuestras vidas tenemos en cuenta el cuidado y contacto más directo con la naturaleza.

    Así, expertos en psicología y ciencias ambientales han realizado estudios sobre los efectos del contacto directo de la población infantil con la naturaleza concluían que la interacción con la naturaleza es esencial para satisfacer las necesidades biológicas, psicológicas y sociales de los niños y las niñas. En esta investigación se habla del concepto Trastorno por Déficit de Naturaleza  derivado de la desconexión con la naturaleza y sus consecuencias. Potenciar los lazos con la naturaleza restablece el déficit de empatía y de valores que encontramos en la actualidad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya define el término salud como “El estado completo de bienestar físico y social que tiene una persona”, en contraposición a enfoques anteriores que únicamente se referían a la “ausencia de enfermedades biológicas”. Para fomentar este bienestar emocional es importante realizar actividades de observación del entorno, recogida de elementos, clasificación, establecer relaciones entre los elementos que nos rodean conocer sus problemáticas, sus interrelaciones, buscar y proponer soluciones. Así se fomenta además la sorpresa y el asombro y se establece un vínculo emocional con la naturaleza que mejora el bienestar personal. No existe por tanto una división entre el aprendizaje intelectual, el emocional y el bienestar y la salud. Puedes ampliar información en el tema “Ecología del Bienestar humano” de la Escuela de Docentes.

    De cara a abordar estos temas con el alumnado, es importante destacar la idea del carácter finito de muchos recursos naturales y que, por lo tanto, a mayor consumo, mayor extracción y mayor impacto irreversible sobre la naturaleza que repercutirá sobre nuestro bienestar. Entonces debemos relacionar qué necesidades debemos cubrir para conseguir bienestar y de qué forma las extraemos de la naturaleza y nos relacionamos con el entorno para satisfacer nuestras necesidades relacionándolo con el bienestar necesario de la pertenencia y contacto con la naturaleza. Una vida armónica con uno mismo o una misma, con otras personas y con la naturaleza, incluye por tanto no solo el bienestar propio sino el de la colectividad incluida la de la naturaleza que nos sustenta, de la que formamos parte y de la que dependemos.

    Como ciudadanía, además de procurar utilizar una energía más limpia y renovable, reducir el consumo de agua, utilizar el transporte público o participar en la mejora de la gestión de nuestros residuos, también debemos aprender a cambiar nuestros hábitos de consumo. Debemos modificar en muchos aspectos nuestros comportamientos para que la relación con la naturaleza sea equilibrada y la vida humana en la Tierra se desarrolle de manera sostenible.

    Cuando el planeta enferma nosotros también enfermamos pues los peligros que lo hacen enfermar también nos afectan a nuestro bienestar y salud y a la del resto de seres vivos. Estos peligros son los impactos ambientales. Es importante reducir la incidencia de nuestro estilo de vida sobre nuestro entorno, adoptando hábitos y conductas responsables desde un punto de vista ambiental que repercutirán en hábitos saludables y emociones positivas y también aumentando nuestro contacto y disfrute del mismo, pues mejorará cómo lo valoramos y repercutirá en mayor bienestar. Acciones pequeñas cobran una dimensión relevante si tenemos en cuenta que pueden ser muchos millones de personas en el planeta adquiriendo esta actitud de respeto y cuidado.

    Añadimos a continuación una serie de pautas que son saludables para el medioambiente y para el ser humano:

    • Una dieta equilibrada: Una dieta alimenticia con más frutas y verduras y evitando el consumo abusivo de productos que suponen una producción menos eficiente desde el punto de vista energético y de recursos como el agua o la contaminación atmosférica (como por ejemplo las carnes y los pescados). Permite reducir nuestras emisiones de efecto invernadero además de ser más saludable para nuestro cuerpo.
    • Comer más sano y sostenible: La contaminación de nuestro entorno también está dentro de nosotros, en nuestro cuerpo. Con el tiempo, estos contaminantes se acumulan en los ecosistemas y se trasladan por las cadenas alimenticias a través de lo que respiramos, comemos y bebemos acumulándose en nosotros y generando enfermedades. Así, entre las recomendaciones de los especialistas se encuentra la de incorporar a nuestra dieta de alimentación el consumo de productos ecológicos que sean buenos para la salud y para el planeta. También es más favorable el consumo preferente de productos de cercanía, de temporada, frescos y/o procedentes del comercio justo.
    • Consumo colaborativo: un modo de ahorrar materias primas y energía y evitar sus impactos sobre el medio es compartir, intercambiar, prestar, alquilar o regalar los bienes que tenemos o queremos tener.
    • Compra consciente y responsable: Antes de comprar cualquier producto, es importante el reflexionar acerca de su verdadera necesidad y tener en cuenta el ciclo de vida completo de un producto (qué materiales lleva, cómo se ha fabricado, de donde procede…) como criterio de elección de compra.
    • Movilidad sostenible: una forma de evitar la emisión de contaminantes al aire es el limitar el uso de vehículos que consuman combustibles no renovables (gasolina, gasoil, etc.). Caminar o montar en patinete o en bicicleta no solo beneficia a nuestro cuerpo sino también a la salud del planeta.
    • Uso racional y eficiente del agua y la energía: reducir el uso innecesario de estos recursos o su malgasto.
    • Gestión de residuos adecuada: Separando y depositando los residuos en su contenedor correspondiente reducimos la cantidad de residuos que van a parar al vertedero, y contribuimos a recuperar y reintroducir materias primas de los procesos industriales. Con ello ahorramos la energía y la extracción de recursos naturales y materiales del entorno que serían necesarios para la obtención de materias primas nuevas.

    Dispones de más información relacionada con estas cuestiones en el tema “Actitudes, comportamientos y hábitos proambientales” en la Escuela de Docentes.