Mientras en Egipto se despegan los últimos carteles de la COP27, en Canadá la fría Montreal se prepara para acoger del 7 al 19 de diciembre otra cumbre que suele pasar más desapercibida, pero es igual de sustancial: el Convenio de Diversidad Biológica (CDB), un encuentro que marca las líneas a seguir de cara a salvaguardar los ecosistemas del planeta y luchar por la biodiversidad. Uno de los puntos más importantes lo marca la aprobación de la Estrategia Mundial de la Biodiversidad 2030, un ambicioso plan que busca frenar al máximo la degradación de la naturaleza e impulsar la recuperación ecológica.
Algunos de los objetivos que se estudiarán en la CDB son muy necesarios dado el contexto en el que nos encontramos. Medidas como crear zonas protegidas en al menos el 30% del suelo y los mares de Europa, restaurar en todo el continente los ecosistemas marinos y terrestres degradados, restablecer al menos 25.000 kilómetros de ríos o plantar 3.000 millones de árboles antes de que termine la década responden a una de las grandes crisis del momento: desde 1990, según Naciones Unidas, el mundo ha perdido 420 millones de hectáreas de territorios naturales.