Todo el tiempo se nos dice que tenemos por delante el enorme reto de salvar al planeta y, sin embargo, aún seguimos preguntándonos cómo lograrlo. Sí, frenar el calentamiento global no es una tarea sencilla, pero por algún lugar debemos empezar. Una solución es el de la permacultura: su nombre significa ‘cultura permanente’, y hace referencia al alto grado de compromiso (y a las actividades integrales) de las personas con la naturaleza.
La permacultura es un sistema de desarrollo social y de interacción armónica con la naturaleza que tiene como prioridad el respeto máximo por los ritmos y los ciclos vitales de todos los elementos que conforman un ecosistema. No obstante, este modelo no es nuevo. Nació en 1978 de la mano de un biólogo y un ensayista australianos que buscaban la creación de un sistema de ‘agricultura permanente’. Tal fue su impacto, así como los beneficios de sus sistemas agrícolas especializados, que pronto se convirtió en un movimiento social que va más allá de la agricultura. Tal como revela su nombre, se trata de un modelo con un objetivo: buscar la permanencia de las buenas praxis medioambientales en toda actividad humana.