El cielo, una pizarra. Las nubes, trazos de tiza que dibujan formas geométricas. Metros de césped sustituyendo a los pupitres. Un árbol, el libro más natural y completo del mundo, capaz de unificar las matemáticas, el vocabulario y la biología en las mismas páginas. Para completar el cuadro, un grupo de alumnos y alumnas disfrutando junto a su profe de todas las lecciones que puede aportar la naturaleza. ¿Imaginas una escuela así, donde los niños y niñas puedan disfrutar de las bondades de aprender bajo el cielo y dónde sea posible enseñar y aprender a cielo abierto?
Lo cierto es que no es necesario empezar de cero o destinar una gran partida de recursos a construir un nuevo centro que cumpla con todas estas expectativas. Desde las aulas tradicionales, podemos animarnos y derribar –figuradamente– los muros de los colegios y dar paso a este tipo de aula, alimentando sin límites la diversión y la creatividad de nuestra clase. Precisamente con la intención de orientar al equipo docente en la educación al aire libre ha nacido La Escuela a Cielo Abierto: 200 actividades para educar al aire libre (La Traviesa Ediciones), un libro elaborado por la Fundación Silviva, dedicada desde los años ochenta a la educación ambiental, y tres expertas en pedagogía al aire libre de la talla de Sarah Wauquiez, Nathalie Barras y Martina Henzi.