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Maria Sibylla Merian y el arte de los insectos

Maria Sibylla Merian

A pesar de que su nombre da vida a una especie de mariposa, Sibylla es una desconocida para el gran público. Pero esta ilustradora científica fue una mujer extraordinaria que acercó a Europa la diversidad biológica de los confines de la Tierra.

«Arte y naturaleza siempre estarán luchando hasta que, finalmente, uno conquiste al otro, de manera que la victoria se manifiesta en los trazos y líneas. Lo que es conquistado, conquista al mismo tiempo». Las palabras que anotó en uno de sus tantos libros de bocetos Maria Sybilla (Alemania, 1647 – Países Bajos, 1717), una de las entomólogas e ilustradoras científicas más importante de todos los tiempos, más que una mera reflexión, adelantaron su futuro. Sybilla conquistó, a lomos de sus pinceles, esa batalla de la que hablaba, capturando en la victoria de esos trazos a todo tipo de insectos vivos –y en movimiento–. Esto la llevó a convertirse en el siglo XII en una precursora de la entomología moderna –el estudio de los insectos– y romper con los moldes de una época en la que las mujeres quedaban excluidas de los centros de mayor actividad, universidades y academias.

Sibylla publicó tres importantes libros a lo largo de su vida: Nuevo libro de flores (1675), La oruga, maravillosa transformación y extraña alimentación floral (1677) y Metamorfosis de los insectos del Surinam (1679). Esta última es su obra más destacada, donde incluye, con todo lujo de detalles, una serie de grabados en cobre realizados tras su viaje de dos años a Surinam. Se tratan de ilustraciones del desarrollo de todo tipo de las especies endémicas –nunca vistas hasta entonces– con las que se topó durante su aventura. Sus obras, todavía intensamente estudiadas en la actualidad, recogen también sus palabras, inmunizándola ante el paso del tiempo. En otras palabras: es como si ella misma, 300 años después de su muerte, estuviese relatando su propia historia.

Sibylla es la primera persona que, siguiendo un método científico, constató empíricamente que los insectos nacían realmente de huevos

«En mi juventud me dediqué a buscar insectos. Empecé con los gusanos de seda de mi ciudad natal, Fráncfort. Después me di cuenta de que, a partir de las orugas, se desarrollaban muchas de las bellas mariposas diurnas. Esto me llevó a recoger todas las orugas que podía encontrar para observar su transformación», relata en Metamorfosis de los insectos del Surinam. Desde una temprana edad, a Sibylla le costaba encontrar sentido a aquella hipótesis de la generación espontánea que habían defendido (y, por entonces, se asumía como cierta) personajes ilustres como Aristóteles, René Descartes, Francis Bacon, Isaac Newton o Jan Baptiste van Helmont. Según esta, algunas plantas y animales, como los escarabajos, las larvas o los ratones, nacían directamente de una mezcla de materia orgánica en descomposición y barro.

Esa explicación a la enorme diversidad de especies que albergaba el planeta no era suficiente para Sibylla. Tenía que haber algo más. Y se propuso encontrarlo. «La única aproximación fiable al estudio de los fenómenos naturales es a través de la observación», escribió en otro de sus prólogos. Y así lo hizo, a pesar de no contar con más herramientas para investigar que su pasión por el arte y el amor que sentía por la naturaleza. Su trabajo la convirtió sin saberlo en la primera persona que, siguiendo un método científico, constataba empíricamente que los insectos nacían realmente de huevos. Corroboraba así, con material gráfico, algo que Francesco Redi, un conocido naturalista italiano, ya había planteado un siglo atrás.

Los dibujos de la ilustradora científica abrieron la entomología y la biología a toda Europa

El gran viaje de Maria Sibylla

Aunque sus amigos y conocidos se lo desaconsejaron, con 52 años, y acompañada por su hija mayor, viajó hasta la por aquel entonces colonia holandesa –Surinam– para vivir una aventura que se tradujo en páginas plagadas de coloridas acuarelas sobre especies únicas de la zona. En general, sus contemporáneos viajaban a las colonias para coleccionar ejemplares, por lo que el viaje de la naturalista no pasó desapercibido. ¿Quién se iba a ir tan lejos solo para dibujar insectos? Solo ella.

Serpientes, arañas, iguanas, mariposas nocturnas y diurnas, plantas… Podría haberse pasado décadas descubriendo los rincones de la biodiversidad de Surinam, pero una infección por malaria le devolvió a casa antes de tiempo. A su regreso se encontró con que se había transformado en una Sibylla para sus compatriotas. «Aporté el mejor papel para satisfacer a los aficionados al arte y a los insectos, y siento mucha alegría cuando oigo decir que alcancé mi meta y que doy felicidad al mismo tiempo», confiesa en Metamorfosis de los insectos de Surinam.

Trazos que cambiaron el mundo

Los dibujos de la ilustradora científica abrieron la entomología y la biología a toda Europa –hasta entonces, los científicos relataban sus hipótesis en latín, un idioma reservado a la clase alta–, y acercó visualmente al gran público especies de flora y fauna desconocidas en el continente. Además, mostró con su arte las relaciones de las especies con otros animales y plantas, yendo a contracorriente del resto de grandes científicos, que se limitaban a clasificarlos en categorías separadas. Era la primera vez que animales, plantas e insectos aparecían juntos. Esto la consagró como un referente para científicos como Linneo, padre de la nomenclatura botánica y zoológica moderna, que se basó en las ilustraciones de la alemana para dar nombre a 4.400 especies. Y es que la entomóloga descubrió nueve tipos de mariposas y dos de escarabajos, además de seis plantas.

Con su trabajo mostró las relaciones de las especies con otros animales y plantas, mientras el resto de científicos se limitaba a clasificarlos en categorías separadas

Sin embargo, su obra empezó a desaparecer poco a poco tras su muerte, y eso que Handel compuso su Concierto Grosso en su honor. Algunos llegaron a tacharla de infantil por explicar la ciencia a través de ilustraciones. Su obra fue criticada como inexacta y fantasiosa, lo que la relegó al oscuro cajón del olvido. No fue hasta la última parte del siglo XX cuando su nombre volvió a resonar, especialmente entre las clases altas que convirtieron su arte en piezas cotizadas de coleccionismo, y su legado artístico se tomó entonces como una documentación de valor incalculable para la ciencia. Por suerte, su legado pervive: en la actualidad, algunas escuelas siguen evocando los trabajos de esta ilustradora científica. Maria Sibylla ha pasado a la historia como una de esas mujeres excepcionales que, pese a las odiseas que se encontraron en el camino, consiguieron hacerse un hueco en la memoria de la humanidad. Y del mundo animal. Y es que si te cruzas con una mariposa Catasticta sibyllae –bautizada con su nombre–, estarás viendo a su vivo recuerdo batir las alas.

A lo largo de la historia podemos encontrar a grandes mujeres que han actuado a favor del medio ambiente. En Mi aula Naturaliza te recomendamos la sesión doble de 50’, dirigida al alumnado de 4º de Primaria, Harambee. En esta sesión, que toma el lema en lengua Kikuyu y que significa algo como ‘Empujemos todos juntos’ o ‘Todos a una’, repasamos algunos hitos de las vidas de Jane Goodall, Vandana Silva y Wangari Maatahai. Mujeres que han dedicado su vida a proteger los recursos naturales, conservar la naturaleza y mejorar la calidad de vida de muchas comunidades. Su legado nos ayuda a pensar y reflexionar sobre qué acciones cotidianas podemos trabajar con nuestro alumnado en relación a los hábitos de cuidado y protección del planeta.

Texto: Cristina Suárez