El coronavirus impacta en la vida de todos, sin excepción. No entiende de riquezas ni de geografía y, por eso, nos ha unido para ir tomando medidas en tiempo récord. De esta pandemia podemos entresacar unas enseñanzas que, sin duda, nos serían de utilidad para luchar contra la gran amenaza de la humanidad: la emergencia climática.
Vivimos días complicados. El COVID-19 ha tomado el planeta como esas incursiones hostiles de alienígenas que vemos en las películas de ciencia ficción. Solo que no hay nada de ficción ni de extraterrestre en esta invasión. A pesar del shock, esta pandemia no ha conseguido doblegarnos ni como sociedad ni como individuos, pero nos está haciendo entender algo que, a veces, tendemos a olvidar: la capacidad de resiliencia del ser humano. Confinados en nuestros hogares, el coronavirus nos demuestra que, a pesar de todo y sin importar nuestras edades, tenemos una capacidad inmensa de adaptarnos a situaciones adversas.
Solo observando la historia, aprendemos. Por eso, si tomamos nota, las enseñanzas de esta crisis del coronavirus nos servirán para combatir incluso esas amenazas que ya llevan tiempo entre nosotros, como la emergencia climática. Existen muchos paralelismos entre la actual pandemia y el daño que sufre, en silencio, nuestro planeta. Los dos son males globales que ponen en jaque nuestra supervivencia y exigen una respuesta rápida, coordinada y contundente. Sin embargo, el coronavirus ha conseguido movilizar recursos a velocidades nunca vistas por su efecto más inmediato y visible en nuestra salud, en nuestras vidas y economías, y por su avance fugaz. El calentamiento global, en cambio, lleva acechándonos décadas, sumergiéndonos en una lucha lenta y constante, pero contrarreloj. Aunque las movilizaciones de jóvenes y la comunidad científica hayan puesto, por fin, la emergencia climática en el radar de muchos gobernantes, queda mucho por hacer. La lucha contra el coronavirus puede aportar algunas ideas interesantes para hacer frente a la, no olvidemos, mayor amenaza para el planeta.
Efectos del coronavirus en el medio ambiente
A pesar de las consecuencias que supone ese «parón en seco» de los diferentes sectores, su efecto en el medioambiente es notable: las emisiones de CO2 han caído en picado, nunca los canales de Venecia habían estado tan sanos y los ecosistemas empiezan a recuperar parte del equilibrio perdido. Sí, es verdad, estos efectos son temporales y producto de una situación excepcional y trágica, pero también demuestran que los científicos no están tan desencaminados cuando piden cambios en nuestros procesos productivos y hábitos de consumo no para ralentizar, si no revertir, el calentamiento global. ¿Y si cuando todo esto pase, en lugar de volver a la casilla de salida, intentamos (entre todos) profundizar en la senda de la sostenibilidad?
Necesitamos conectar de nuevo con la naturaleza
Esta crisis sanitaria también nos está abriendo los ojos a algo que parecíamos haber olvidado: más que nada, necesitamos reconectar con la naturaleza y admitir –si no lo hemos hecho ya– nuestra dependencia de ella. El virus nos ha sacudido y nos ha despertado de esa ficticia sensación de control que creíamos tener. Hasta hace unas semanas vivíamos sintiendo que todo estaba en orden. De repente, nos hemos dado cuenta de nuestra fragilidad, nos vemos obligados a improvisar y exprimir nuestra imaginación. Más que nunca, dependemos unos de otros y de nuestra capacidad para interaccionar con nuestro entorno.