Hoy en día resulta casi imposible imaginar nuestras vidas sin Internet. Las nuevas –aunque ya no tanto– tecnologías y las redes sociales se apropian cada vez más de nuestro tiempo. Tal es la influencia que tienen que de su mal uso han derivado dolencias insólitas, conocidas como las «tecnopatologías» o «enfermedades 2.0». Algunas son la nomofobia (miedo irracional a estar alejado del teléfono móvil), la cibercondria (autodiagnosis de enfermedades por lectura de la red), el desarrollo de una autoestima dependiente del número de likes conseguidos tras el reporte de alguna publicación propia o el «efecto Google» (externalizar nuestra memoria). Estos padecimientos, además, aumentan exponencialmente otros ya conocidos, como tendinitis, sobrepeso, estrés, problemas de visión, insomnio, colesterolemia…
¿Qué es la infoxicación y cómo prevenirla?
El exceso de información y los bulos, tanto para los profesores como para los alumnos, se ha convertido en un serio problema en el aula a la hora de investigar a través de internet. Sin embargo, hay muchos recursos en la red que facilitan la tarea.
Puede que el mayor estrago que conllevan las nuevas tecnologías sea la sobrecarga de información, conocida como infoxicación, un exceso que te impide profundizar en los temas que abordas
¿Qué es la infoxicación?
Puede que el mayor estrago que conllevan las nuevas tecnologías sea la sobrecarga de información, conocida como infoxicación, infodemia o infobesidad, un exceso que te impide profundizar en los temas que abordas. Baste como ejemplo el teclear en un buscador esta misma palabra, «infoxicación»: aparecerán más de cien mil resultados. A ello se añaden las fake news, los bulos (falsedades premeditadas), los comentarios incívicos, la publicidad molesta y los contenidos propios de la posverdad, contaminados de una carga emocional que ponen la información al servicio de intereses concretos. Y así, lo que debería ser una magnífica herramienta al alcance de todos –especialmente para investigadores, profesores y alumnos– se acaba convirtiendo en un delirio por rebose y exceso.
Tres son los grandes síntomas que nos hablan de esta desproporción informativa: en primer lugar, la saturación, agobio o angustia ante la abrumadora cantidad de datos, cifras e informaciones de que disponemos al abrir la pantalla; en segundo lugar, parálisis frente a la incapacidad de manejar semejante dosis de información. Por último, desconcierto de cara a discriminar qué información, de toda la que se nos ofrece, es válida y provechosa.
Cómo prevenir la infoxicación
Para hacer frente a esta avalancha informativa, que afecta especialmente a profesores y alumnos al impedir que se profundice en los temas, los expertos proponen algunas soluciones más o menos sencillas. La primera de ellas es concretar al máximo aquella información que nos interesa. No es lo mismo indagar sobre «árboles», que hacerlo sobre «árboles de hoja caduca», que «árboles de hoja caduca propios de Castilla y León». Cuanto más exacto sea el concepto de búsqueda, mayor discriminación informativa encontraremos de partida. Para ello se pueden emplear las «herramientas de búsqueda avanzada», que permiten detallar de tal modo que los resultados obtenidos sean menores y más específicos.
Asimismo, es recomendable utilizar los rastreadores de información, programas que permiten organizar la información que proviene de unidades de contenidos sin estructurar y que, por tanto, reducen el caos de la búsqueda (por ejemplo, Dialnet, Teseo, Google Scholar o la Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal, Redalyc). Estos buscadores, especialmente útiles para el profesorado, proporcionan contenidos contrastados y fiables organizados de manera clasificada.
Concretar al máximo los criterios de búsqueda, evitar la lectura hipertextual o limitar el tiempo dedicado a la navegación en Internet son algunas de las recomendaciones de los expertos
Además de estas herramientas, también existen distintos medios para aprender sobre la realidad que nos rodea. Para trabajar en clase se pueden utilizar portales especializados cuya información está cotejada; por ejemplo, el Centro de Seguridad en Internet para Menores (IS4K), que almacena numerosas guías, recursos didácticos e incluso formaciones gratuitas para docentes y alumnos hasta 2º de ESO, además de explicar algunas cuestiones interesantes como la naturaleza de los bulos y cómo detectarlos. En la misma línea encontramos el apartado AseguraTIC de la web del Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y de Formación del Profesorado (INTEF), que contiene casi 400 materiales digitales sobre menores y seguridad digital, con un buscador que filtra según la temática, público destinatario, etapa educativa y otros criterios selectivos. Learn to Check es una página especializada en la pedagogía contra la desinformación que dispone de materiales para trabajar la verificación de la información en las aulas. Asimismo, Naturaliza es un proyecto dirigido al profesorado en el que se pueden encontrar artículos, recursos y actividades fiables, elaborados con datos contrastados para un aprendizaje correcto y empírico sobre el medioambiente.
Otro remedio contra la infoxicación es el uso de programas como AbBlock para el bloqueo de ventanas emergentes que van apareciendo durante la navegación. Este es un recurso que nos ayuda a centrarnos en la búsqueda, evitando la molestia de cerrar banners que brotan y que, por lo general, contienen publicidad. Los propios navegadores incorporan una opción para eliminarlos, tanto en los teléfonos móviles como en los ordenadores. El inconveniente de esta herramienta es que, en ocasiones, también elimina ventanas necesarias en páginas o portales determinados, por lo que habría que deshabilitar la función temporalmente.
Ayuda del mismo modo evitar la lectura hipertextual, aquella en la que se pasa de un texto a otro completando diversas lecturas, cuyos significados varían según el recorrido elegido. Este tipo de textos, que van interrumpiendo el discurso, desorientan la atención de lo importante, alejándonos de aquello que estábamos buscando. De ahí la importancia del libro físico, que permite comprender el sentido general de lo que aborda y hacerlo de manera pausada.
Por último, aunque no por ello menos importante, conviene establecer límites de tiempo en nuestra búsqueda para evitar emplear horas y horas sin haber llegado a buen puerto (o haber tomado rodeos fatigosos para alcanzarlo) y descansar regularmente. De cualquier modo, siempre podemos recurrir a un clásico: pedir ayuda a quien nos puede orientar sobre el asunto que necesitamos investigar. En este mar de información, los profesores ejercen de timón a la hora de discernir lo útil de lo inservible o falso y son clave para desarrollar el pensamiento crítico en el alumnado. Una cualidad esencial en un mundo que, con el desarrollo de Internet, la diversificación de los medios y el uso de las redes sociales, se hace cada vez más difícil encontrar lo que necesitamos.