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Reforestación: ¿Pueden los árboles solucionar el cambio climático?

Pueden los árboles solucionar el cambio climático

¿A quién no le gustaría ver un mundo completamente teñido de verde? Al fin y al cabo, ¿qué mal puede hacer? El 21 de marzo celebramos el Día Internacional de los Bosques. Para conmemorar esta fecha, explicamos la importancia de tener en cuenta las dinámicas de cada ecosistema para que la reforestación se convierta en la mejor aliada en la lucha contra el cambio climático sin perjudicar a la biodiversidad.

El elemento más avanzado para capturar emisiones y hacer frente al cambio climático no ha sido inventado por los humanos, sino por la naturaleza. De hecho, estaba aquí mucho antes que nosotros: nos referimos al árbol. Uno de los beneficios de tenerlos cerca, sobre todo en las ciudades, es su capacidad para regular la temperatura. Y no solo por la sombra que ofrecen, sino también por la humedad que generan gracias al vapor de agua que liberan sus hojas. Un efecto nivelador de la temperatura que ayuda, también, a ahorrar energía: las viviendas rodeadas de árboles se calientan menos en verano y están más protegidas del frío en invierno.

Árboles: captadores de CO2

Aparte de generar un impacto visual positivo gracias a sus formas orgánicas, a sus verdes y a las flores y frutos, los árboles son esenciales para regenerar la dañada atmósfera. Es sabido que los árboles son los responsables de generar una importante cantidad del oxígeno que respiramos –aunque no más que las algas marinas–. Pero su protagonismo va más allá: a través de la fotosíntesis, absorben dióxido de carbono y lo transforman en nutrientes. De hecho, un solo árbol puede absorber la polución que generan 100 coches en tan solo un día

Los árboles también resultan fundamentales para preservar el equilibrio de la fauna y la flora por eso la importancia de la deforestación: además de alimentarse de las hojas y frutos de las plantas, los animales aprovechan los troncos para refugiarse, tanto en entornos naturales como urbanos o rurales. Para los suelos, los árboles son el mejor cemento: sus raíces y troncos se anclan en el terreno, lo sostienen y fijan, impidiendo que las adversidades climáticas como grandes lluvias o vendavales desplacen el suelo y los ecosistemas subterráneos o alteren la composición del sustrato, primer escalón de la cadena alimenticia.

Así, el potencial protector de los árboles ante la destrucción de los ecosistemas y, en especial, ante el calentamiento global producido por el exceso de dióxido de carbono, es fundamental. Además, los humanos estamos hechos para sentirnos confortables contemplando la belleza de los árboles. Por ello, no es de extrañar que muchos deseen que cada metro cuadrado de suelo susceptible de albergar plantas esté cubierto por un manto verde. Sin embargo, no siempre conviene plantar árboles y plantas donde el paisaje luzca más anaranjado. De hecho, convertir cada estepa, desierto o páramo en un denso bosque puede, en última instancia, perjudicar al medio ambiente.

Las raíces y troncos se anclan en el terreno, lo sostienen y fijan

Reforestar respetando la diversidad

Restaurar el equilibrio natural a través de la reforestación es importante, pero para que esta acción resulte verdaderamente útil, debe hacerse respetando la biodiversidad y las dinámicas del ecosistema en cuestión. Es decir, intentando repoblar con fauna y flora autóctonas del territorio y preservando los ciclos fluviales o los servicios ecosistémicos, a veces invisibles. Por ejemplo, el desierto del Sáhara, el más grande del planeta, es esencial para la supervivencia del «pulmón del planeta», la selva del Amazonas: todos los años millones de toneladas de arena rica en fósforo cruzan el atlántico para fertilizar el suelo sudamericano.

Y, como este proceso natural global, cada pequeño ecosistema tiene sus dinámicas locales que preservan el equilibrio: recordemos que la fauna y la flora de una región han evolucionado juntas durante millones de años para adaptarse a un mismo entorno, y la una depende de la otra. Por ello, antes de reforestar conviene realizar una evaluación previa del espacio y planificar convenientemente atendiendo a las características del terreno. Además, para restaurar el equilibrio del ecosistema, es esencial reintroducir especies autóctonas de animales y plantas, pues de otra forma podremos estar perjudicando al ecosistema.

Para restaurar el equilibrio del ecosistema es esencial reintroducir especies autóctonas de animales y plantas

Una comunidad involucrada

Asegurar la preservación de un ecosistema a largo plazo pasa, también, por involucrar a la comunidad. Teniendo esto en cuenta, el propio alumnado también puede poner su hojita para contribuir a preservar la fauna y flora de su entorno. Aquí proponemos algunas sencillas actividades:

  • Restaurante para pájaros: basta una sencilla caja de madera –incluso de cartón– para disponer algo de comida y agua para ellos. Si tenemos la opción de colocarla en un árbol, perfecto. Si no, el alféizar de una ventana o el hueco de una terraza también es un buen lugar.
  • Hotel para insectos: Con madera, una malla, piñas, cortezas de árbol, palitos secos, paja y un poco de cola es suficiente para ofrecer cobijo a estos pequeños pero fundamentales seres.
  • Mi huella ecológica. Esta actividad consiste en elaborar un mural con una huella verde y otra roja e invitar a los niños y niñas a que digan acciones que lleven a cabo a favor de la naturaleza o negativas para la misma. La idea es que se genere un diálogo y una reflexión al respecto.

Además, existen programas dirigidos a la reforestación en entornos escolares. Estas iniciativas ofrecen oportunidades concretas para que los estudiantes participen activamente en la conservación y restauración de los ecosistemas locales, promoviendo así un mayor sentido de responsabilidad ambiental y una conexión más profunda con la naturaleza que los rodea.

Quizá no podamos ayudarles a echar raíces, pero siempre podemos contribuir a preservar sus ramas y hojas, y a los animales que les rondan. Al hacerlo, no solo prolongamos la vida de los bosques, sino que también salvaguardamos la rica biodiversidad que albergan. Los bosques, además de excepcionales captadores de CO2, son hábitats vitales para innumerables especies de plantas y animales, y su conservación es fundamental para mantener el equilibrio ecológico de nuestro planeta. En el Día Mundial de los Bosques, recordemos que cada acción, por pequeña que parezca, cuenta para proteger estos invaluables ecosistemas y asegurar un futuro sostenible para las generaciones venideras.

Texto: Esmeralda R. Vaquero
Ilustración: Nicolás Aznárez