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Consecuencias de la deforestación: nuestro suelo en peligro

consecuencias de la deforestación

Pese a caminar sobre los suelos todos los días y su relevancia natural, los entornos subterráneos son grandes desconocidos. Con motivo del Día Mundial del Suelo, en este artículo sacamos este oscuro mundo a la luz para explicar sus dinámicas, sus muchos beneficios ecológicos, sus principales amenazas y cómo cuidarlos.

Al pensar en la naturaleza y la biodiversidad del planeta, seguramente la mente reproduzca imágenes de jirafas deambulando al atardecer en la sabana, guacamayos de colores sobrevolando selvas frondosas o bancos de peces de colores y enormes ballenas expulsando agua por sus narices. Pero, junto a la superficie terrestre, los cielos y los mares hay otro entorno que, aunque quizás sea menos colorido, resulta clave para el equilibrio natural y suele pasar desapercibido. Y no se trata precisamente de un ecosistema lejano como el polar o de difícil acceso como el desértico, sino que lo cruzamos a diario sin apenas darnos cuenta: con motivo del Día Mundial del Suelo, nos sumergimos en el fascinante mundo que se esconde bajo tierra y sobre todo las consecuencias de la deforestación.

¿Qué (y quién) vive bajo el suelo?

Desde lombrices hasta topos pasando por las hormigas –quienes construyen verdaderas ciudades bajo tierra, tal como se puede apreciar en la película Bichos–, los ecosistemas subterráneos están repletos de vida. Una fauna que, a través de túneles o carreteras subterráneas de diferentes tipos y tamaños, no solo se encargan de oxigenar la tierra, sino que la conectan con el exterior, facilitan la filtración de agua, transportan nutrientes y permiten que el suelo sea fértil. Por ejemplo, a través del compostaje natural que realizan algunos invertebrados.

Junto con estos, viven también los hongos, que se encargan de descomponer la materia orgánica que queda en la superficie para transformarla en alimento para la flora, además de tejer enormes redes –parecidas a las neuronales– que interconectan las raíces de los árboles y las plantas del bosque. Estas partes de los vegetales son especialmente relevantes para la vida bajo tierra. Interactúan con los animales y los hongos entregando y recibiendo nutrientes. Pero, además, cumplen una función imprescindible para el equilibrio tanto de los ecosistemas que están bajo el suelo como de los que florecen encima: las raíces son verdaderos cimientos naturales que dan estructura a la tierra. La sostienen, la fijan y permiten que brote la vida.

Consecuencias de la deforestación: La degradación del suelo

La deforestación se refiere a la pérdida de masas forestales por causas naturales –como, por ejemplo, el cambio en el clima en un ecosistema– o humanas –como los incendios provocados o, especialmente, la tala de árboles y es una de las grandes consecuencias de la deforestación–. Es sabido que la pérdida de bosques contribuye de forma al calentamiento global, ya que libera CO2 a la atmósfera y reduce la capacidad de absorción al acabar con la vegetación. Pero quizás son más desconocidos sus efectos sobre el suelo y los ecosistemas subterráneos.

En primer lugar, la falta de árboles y plantas en la superficie reduce la biodiversidad de la zona, ya que los animales difícilmente encontrarán alimento o refugio. Esto, poco a poco, reduce los nutrientes disponibles en el suelo provenientes del mundo exterior. Pero la ausencia de las raíces de los árboles también interrumpe las cadenas de alimentación de la fauna subterránea y reduce la fijación del suelo. Esta situación induce al suelo a un círculo vicioso en el que la falta de nutrientes redunda en menos fauna y flora que vuelve a reducir la fertilidad.

La ausencia de las raíces de los árboles interrumpe las cadenas de alimentación de la fauna subterránea y reduce la fijación del suelo

Así, el suelo se vuelve menos compacto y esponjoso y es más susceptible de degradarse por elementos como el viento o la lluvia: mientras la tierra sana funciona como una esponja cuando llueve, el suelo degradado no es capaz de absorber el agua, lo que dificulta que se retenga la humedad y facilita que se produzcan inundaciones destructivas o incluso corrimientos de tierras. Además, el suelo erosionado puede desplazarse a ríos y lagos perjudicando también a estos ecosistemas. Todo un efecto dominó que termina en la desertificación de un terreno antes rebosante de biodiversidad.

¿Podemos cuidar la tierra al revertir las causas de la deforestación?

Si bien el cambio climático está detrás de una parte importante de la pérdida de los bosques, el gran problema se encuentra en la tala para el uso de recursos como la madera pero, sobre todo, para cambiar los usos del suelo: las consecuencias de la deforestación busca muchas veces transformar un bosque o selva en un campo de cultivo o un asentamiento humano. Así, la protección de los bosques es esencial para evitar que se talen y cuidar la tierra sobre la que se asientan.

La agricultura, si bien puede contribuir a degradar el suelo cuando solo se dedica el terreno a plantar un mismo cultivo, puede también transformarse para mejorar y cuidar los ecosistemas subterráneos. Prácticas como las rotaciones de cultivo o la agricultura regenerativa contribuyen a regenerar el suelo y su biodiversidad. Y, además, también permiten que las plantas crezcan más sanas y den más frutos invirtiendo menos recursos.

Mientras la tierra sana funciona como una esponja cuando llueve, el suelo degradado no es capaz de absorber el agua

Descubrir el fascinante mundo subterráneo para protegerlo

Conocer los muchos beneficios ocultos de un suelo sano animará al alumnado a protegerlo, a valorar a los animales que viven bajo nuestros pies y a cuidar de las plantas y árboles evitando las pequeñas deforestaciones que puedan sufrir sus entornos más cercanos. La mejor forma de fascinar a los niños y niñas es llevarles a un entorno natural y cercano a la escuela para que vean y sientan con sus manos la tierra. Pueden observar y buscar pequeños invertebrados que entran y salen del subsuelo o ver cómo una rama o un puñado de hojas se descomponen para transformarse en tierra fértil.

También se puede proponer un pequeño y sencillo experimento. Por un lado, se llenará una maceta con tierra del bosque o campo. Por otro, se cogerá tierra de un lugar más árido o arena. En ambos recipientes plantaremos el mismo número de semillas de las mismas especies. ¿Cuáles crecerán con más fuerza y más rápido?

Por otro lado, el alumnado también puede sentir lo que es vivir bajo la tierra en una excursión a una de las muchas cuevas visitables que adaptan sus recorridos a los más pequeños.

Texto: Ariadna Romans y Nacho Hernández

Ilustración: Nicolás Aznárez