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La música, un vínculo que trasciende especies

Zumbidos, chirridos, cantos, trinos… El reino animal está lleno de sonidos que, si prestamos atención, componen una verdadera banda sonora natural. Cada emisión cumple una función vital: advertir del peligro, establecer contacto, cortejar a una pareja o incluso expresar emociones como miedo, alegría, ira o tranquilidad.

Los seres humanos, al igual que los animales, compartimos un vínculo con los sonidos y, de manera aún más elaborada, con la música. Mientras que en los animales las vocalizaciones suelen tener fines prácticos y biológicos, los humanos utilizamos la música como una herramienta para expresar y regular nuestras emociones. Sin embargo, tanto en el mundo animal como en el humano los sonidos están profundamente ligados a las emociones, un hecho que muestra una conexión común entre especies.

El lado salvaje de la música

El canto de un ave al amanecer o el zumbido rítmico de las abejas no solo son sonidos agradables, sino también funcionales. Por ejemplo, el trino de los pájaros suele estar vinculado al cortejo y a la delimitación del territorio, mientras que los delfines emplean chirridos y silbidos únicos para identificarse y comunicarse entre sí, algo así como «nombres» individuales. De forma similar, algunos primates emiten alarmas específicas para advertir de depredadores distintos, mostrando una sorprendente capacidad para asociar sonidos con situaciones concretas.

Lo más fascinante es que estos sonidos a menudo generan respuestas emocionales en quienes los escuchan, incluidos nosotros. Escuchar el rugido de un león puede provocar miedo, mientras que el susurro del viento en los árboles puede traer tranquilidad. Esta reacción subraya que la conexión entre sonidos y emociones no es exclusivamente humana.

  Tanto en el mundo animal como en el humano, los sonidos están profundamente ligados a las emociones, mostrando una conexión común entre especies.

Un instrumento para las emociones

A diferencia de los animales, los seres humanos hemos llevado los sonidos a un nivel artístico y simbólico: la música. Desde tiempos inmemoriales, la música ha sido una forma de expresión universal que trasciende culturas y lenguas. Pero ¿por qué nos conmueve tanto? La respuesta está en nuestro cerebro. La música activa regiones relacionadas con las emociones, como el sistema límbico, y también estimula la producción de dopamina, una hormona asociada con el placer.
Así como las aves cantan para atraer pareja, las personas usamos canciones para expresar amor o consuelo. Mientras que los animales utilizan sonidos para advertir de peligros inmediatos, los humanos hemos creado melodías que narran historias de pérdida, esperanza o alegría. Esta riqueza expresiva hace de la música una poderosa herramienta educativa y emocional.

En el aula, ¡música maestro!

Entender este lazo entre sonidos, música y emociones puede ser un recurso valioso para los docentes. Una de las actividades recomendadas es el emocionario musical, una dinámica que permite a los estudiantes identificar sus emociones a través de la música. La actividad consiste en seleccionar canciones que representen distintas emociones y relacionarlas con dibujos que simbolicen hasta 42 estados emocionales, como miedo, gratitud, esperanza o euforia.

Cómo implementarlo:

  • Preparación: El docente crea una lista de canciones que evoquen emociones específicas.
  • Escucha activa: Se reproduce una canción en clase y se invita a los estudiantes a identificar qué emoción sienten al escucharla.
  • Emparejamiento: Los estudiantes eligen un dibujo que represente la emoción percibida y lo explican al grupo, fomentando la autorreflexión y el debate.
  • Discusión grupal: Se reflexiona sobre cómo la música puede influir en su estado de ánimo y cómo podrían usarla para manejar sus emociones en el día a día.

Este ejercicio no solo promueve el autodescubrimiento, sino que también ayuda a los estudiantes a desarrollar la empatía al comprender que todos experimentamos emociones similares, aunque las expresemos de manera diferente.

Otra actividad valiosa para el aula es la elaboración de mapas sonoros como técnica para la relajación y disminución del cortisol o estrés en el alumnado. Cada uno tendrá una hoja en blanco con una marca en el centro que los representa a ellos mismos. En un ambiente silencioso y calmado, tendrán que ir representando qué es lo que escuchan en cualquiera de las direcciones que les rodean, a través de dibujos. Esta actividad es especialmente recomendable realizarla al aire libre y dar al alumnado la libertad de situarse donde prefieran dentro de este ambiente amplio pero controlado. No solo fomenta la conciencia ambiental y sensorial, sino que también ayuda al alumnado a identificar cómo el entorno sonoro influye en su bienestar. Además, si los realizan fuera del centro a nivel individual y se comparan, se refuerza la idea de que los sonidos forman parte de la identidad de un lugar, tal como la música lo hace en la vida humana.

La música activa regiones relacionadas con las emociones, como el sistema límbico, y también estimula la producción de dopamina, una hormona asociada con el placer.

Desde Naturaliza, del 20 al 26 de enero de 2025, se organiza la V Semana Redonda de la Educación Ambiental, que girará en torno a la salud tanto física como emocional. Este evento ofrece diferentes recursos para el trabajo emocional en las aulas y el bienestar integral del alumnado, siempre poniendo el foco en su relación con el medio ambiente.

Un puente entre emociones y bienestar

La música y los sonidos tienen el poder de reflejar y regular nuestras emociones. Actúan como un medio para conectar con nuestro mundo interior, ofreciendo consuelo, energía o equilibrio según lo necesitemos. Al integrar estas experiencias en el aula, los docentes pueden brindar a los estudiantes herramientas prácticas para entender y gestionar sus emociones, contribuyendo a su bienestar y desarrollo integral.

 

Texto: Ana Calvo Jiménez