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En la Tierra consumimos muchísimos más recursos de los que necesitamos

Laila Ribas, bióloga y científica miembro del Proyecto Hypatia, explica cómo estudiar la creación de futuras colonias humanas en Marte puede ayudarnos a habitar la Tierra de forma más sostenible.

La calidad de vida en la Tierra se pone cada vez más en duda. Aumento de las temperaturas, desastres naturales, grandes sequías… Entre muchas de las soluciones que se proponen, hay una que asoma y llama la atención por parecer salida de una serie de ficción: vivir en otro planeta. Aunque suene imposible, podría ser una realidad dentro de no muchas generaciones. De hecho, ya hay científicos que se dedican a investigar cómo habitar en planetas como Marte. Eso sí, la idea no es abandonar la Tierra y dejarla a su suerte, sino aprender, precisamente, cómo aprovechar los recursos al máximo y ser sostenibles en entornos hostiles, lo que puede ayudar a mejorar el cuidado del medio ambiente en la Tierra. Es el caso de Laia Ribas, una bióloga miembro del Proyecto Hypatia que estudió en el desierto de Utah (con condiciones similares a las de Marte) cómo podríamos crear asentamientos humanos viables en otro planeta.

Hay que transmitir a las nuevas generaciones el entusiasmo por lo que está por venir, pero sobre todo el compromiso con lo que tenemos: la Tierra

  • Un futuro asentamiento humano en Marte (o la Luna) obligaría, entre otras cosas, a vivir, por imperativo de supervivencia, en una economía circular. ¿Puede la investigación sobre cómo habitar Marte ayudarnos a mejorar la sostenibilidad en la Tierra?

Sí, la respuesta en un sí mayúsculo. La falta de recursos en Marte o en la Luna nos hace pensar cómo aprovechar al máximo los recursos que tenemos aquí, en la Tierra. Allí hay muchos menos recursos, los apuramos más y eso nos enseña a cómo mejorar nuestro sistema, cómo consumir mejor, que es la clave de la sostenibilidad. Todo eso lo aprendemos estudiando cómo funcionaríamos en un sistema tan hostil como Marte.

  • Para conseguir un ecosistema sostenible, ¿es más fácil empezar desde cero, como ocurriría con un asentamiento humano en Marte, que enmendar las condiciones actuales de la Tierra?

Empezar desde cero siempre es complicado, mucho, es necesario hacer estudios previos. Por eso estamos imitando las condiciones que nos encontraríamos en Marte con asentamientos que hacemos en determinadas zonas de la Tierra en lugares como Utah. Ahí, como tripulantes de Hypatia, convivimos aprendiendo y estudiando los efectos que puede generar un ambiente tan hostil y los analizamos para procurar esa sostenibilidad final.

  • ¿Cuáles serían las diferencias más notables entre una vida en el asentamiento sostenible en Marte y nuestra vida en la Tierra?

Básicamente las diferencias son ambientales. En Marte no podemos pasear, tenemos que protegernos de la radiación solar, no hay gravedad, la temperatura es muy drástica… Hay aspectos parecidos a la Tierra, pero otros muchos son diferentes. Por eso tenemos que aprender, pensar cómo vamos a vivir en Marte desde el punto de vista de la exigencia climática marciana, lo que nos ayuda a comprender mejor el cambio climático que padecemos –esta emergencia a la que tenemos que dar respuesta– y generar esos recursos para aprovecharlos mejor. Te das cuenta, al estudiar la Tierra comparada con Marte, de que lo que realmente necesitamos para vivir es mucho, pero muchísimo menos de lo que consumimos en la Tierra, donde derrochamos recursos de manera gratuita e inadecuada. Lo estamos haciendo francamente muy mal.

Ya tenemos la tecnología para crear proteínas en laboratorio, aunque aún es demasiado cara

  • Lleva más de veinte años trabajando en la acuicultura sostenible. En 2050 se prevé que no haya suficientes peces en la Tierra para alimentar a la población. En los poco más de veinte años que quedan por delante, ¿cree que el desafío se resolverá o serán sustituidos por otro tipo de alimentos, como algas o insectos?

Tiene que haber un cambio, el planeta no es sostenible ahora mismo. En acuicultura se tienen que generar más especies de cultivo que aún no tenemos a nuestra disposición. Necesitamos más productividad y más especies con una capacidad más rápida de reproducción. Estamos investigando para detectar fenotipos más resistentes mediante pruebas o marcadores moleculares que indiquen cuál es el más resistente a enfermedades, cuál crece mejor. También en animales como el fugo, el pez globo que tanto les gusta a los japoneses para su dieta. A este pez transgénico se le ha alterado el gen del apetito, de manera que tiene más hambre y, con el mismo tiempo de producción, adquiere el doble del tamaño de un pez salvaje. Este tipo de pez es mucho más productivo: está controlado, su dieta está controlada, con lo que nos aseguramos que su alimentación es más equilibrada de la que podría obtener del mar, dadas las condiciones de degradación de los mares, y su velocidad de crecimiento es mucho mayor. Algo similar ocurre con el salmón en Canadá o en Estados Unidos. En Europa, por la legislación, los avances no son tan rápidos.

  • Precisamente a través de la acuicultura sostenible entró a investigar en el Proyecto Hypatia I, que explora si el Planeta Rojo puede proporcionar esta proteína animal. ¿En qué punto se encuentran esas investigaciones? Si se consigue instalar piscifactorías en Marte, ¿también se podría criar otro tipo de animales?

Sí, la investigación sigue su curso: ahora estamos en un momento de búsqueda de financiación; trabajamos en una idea pionera, poco a poco pero sin pausa. Los peces nos ayudan como animal modelo a saber lo que ocurre en un organismo vivo en condiciones extremas. El pez cebra, un modelo animal que también se utiliza en el campo de la biomedicina, tiene un 70% de homología con los genes humanos, así que, para trabajar, es un modelo que nos va muy bien. Nos permite conocer ciertas cosas para cuando los humanos hagamos asentamientos en Marte o para la misma estación espacial internacional, sobre todo en cuanto a exposición de radiación y falta de gravedad. Teníamos un proyecto anterior a Hypatia, Nüwa, con el que diseñamos una ciudad marciana para un millón de personas. Con un grupo de investigadores pensamos cómo nos alimentaríamos a base de proteína animal: utilizamos peces y también pequeños animales, sobre todo aves, como gallinas para obtener huevos. Cada vez se desarrolla más cultivo celular para generar proteína animal con carne o pescado de laboratorio. Algunas empresas norteamericanas ya tienen tecnología desarrollada, pero es muy caro todavía desarrollar, por ejemplo, una hamburguesa mediante el cultivo celular. Lo bueno es que la tecnología existe. Eso nos ayudará en nuestra dieta, que no será la mediterránea, eso sí: en ella habrá microalgas, algas y cada vez más insectos. En muchos lugares ya se utilizan, porque son fáciles de generar y baratos.

En las próximas décadas, las algas y los insectos serán la base de nuestra dieta

  • En un futuro asentamiento humano en Marte, la dieta humana se ajustaría: un 70% de los alimentos serían vegetarianos y solo un 4% procedería de animales grandes. ¿Es ese el futuro de nuestro menú aquí, en la Tierra? ¿Qué podemos aprender de las investigaciones para la dieta en Marte de cara a implantar sistemas alimentarios más sostenibles?

Sí, sin duda. No sé si tú y yo lo vamos a ver pero, desde luego, en las próximas décadas las algas y los insectos serán la base de nuestra dieta. Ahora nos parece exagerado, pero ocurrirá. Basta viajar a Asia, donde esto es ya una realidad.

  • Uno de los proyectos en los que participa, Buscar la Vida en Marte, trata de comprometer a los más jóvenes a estudiar ciencias y animarles a proponer hipótesis a propósito de la vida en Marte. ¿Cuál está siendo la respuesta de los alumnos?

Tenemos en marcha un proyecto muy bonito, Cat-Mart, con la idea de acercar Cataluña a Marte, aunque se puede hacer en cualquier parte del mundo. Es una prueba piloto que hemos llevado a la escuela de mis hijos, adaptada a distintos ciclos de primaria. Les entregamos un kit que lleva, además de arena, algunos instrumentos de laboratorio para que trabajen analizando muestras, dibujando, manipulando la tierra… Les abre la mente, se dan cuenta de la importancia de la ciencia y disfrutan muchísimo. Seguro que yo no llego a Marte, pero quizás alguno de esos alumnos sí lo haga. Divulgar la ciencia es maravilloso con este tipo de actividades.

Según Funcas, se han registrado caídas importantes en la matriculación de las mujeres en carreras de ciencias (del 60% en 2003 al 51% en 2023) y en ingeniería y arquitectura (del 30% al 27%). ¿Cómo podemos motivar a las alumnas para que apuesten por materias y carreras STEM?.

Desde Hypatia trabajamos desde hace años en este sentido. Es importante transmitir a las niñas que trabajar en estas carreras permite mucha independencia, personal, profesional y también económica. Te permite aprender, generar conocimiento y enriquecerte, conocer a gente de distintas disciplinas… En cualquier caso creo que es importante que cada cual estudie lo que desea, porque al final las carreras STEM también necesitan del derecho, y del arte.

Es importante transmitir a las niñas que trabajar en carreras STEM permite mucha independencia, personal, profesional y también económica

  • Aunque se avance rápido hacia la exploración de Marte, todavía debe pasar alguna generación para ver un asentamiento permanente. ¿Qué herencia podemos dejar o transmitir a los niños y niñas de hoy para que tomen el testigo de este objetivo y de otros, como el de consolidar la transición sostenible?

Que cuiden la Tierra, ese es el mensaje principal. Una cosa es hacer un asentamiento en Marte y otra muy distinta vivir allí. Hay que explorar más: la tecnología nos permitirá saber más, estudiar más cosas, tener un mayor y mejor conocimiento, saber si hay vida allí, por ejemplo. Eso es fundamental para la humanidad, pero una vez que respondamos a estas cuestiones, habrá otras nuevas. Si no cuidamos y somos sostenibles aquí en la Tierra será imposible llegar a otros lugares. Primero tenemos que construir un asentamiento en la luna y desde ahí generar el cohete que llegue a Marte, que no lo tenemos. Utilizamos la imaginación, la ciencia, pero aún no hemos llegado. Con la rapidez de la tecnología no tardaremos mucho pero, aun así, queda mucho camino. Hay que transmitirles el entusiasmo por lo que está por venir, pero sobre todo el compromiso con lo que tenemos: la Tierra.

 

Texto: Mariela Ruth Gómez Ponce
Ilustración: Nicolás Aznárez