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¿Cómo dibujarías tu consola de emociones?

Tal como demuestra la película Del Revés, mediante la conexión con los pensamientos y las acciones se pueden reconocer fortalezas, autorregular el comportamiento y aprender de los errores ¿Lo ponemos en práctica?

La infancia es un periodo fascinante y crucial en el desarrollo humano, marcada por una intensa exploración del mundo y un aprendizaje tanto productivo como voraz. La absorción de experiencias en este periodo va acompañada de toda una gama de emociones que juegan un papel fundamental no solo en la memoria de los niños y en cómo recuerdan los contenidos, sino también en la forma en la que se perciben a sí mismos y a su entorno más cercano. Y es que la gestión de las emociones va a influir en la infancia pero también, cuando el alumnado crezca, en la forma en que interactúan con el mundo. En esta línea, el contacto con la naturaleza puede desempeñar un papel relevante ya que, además de ser un regulador de emociones para los niños y niñas, permite crear vínculos duraderos con ella que ayudarán a formar adultos respetuosos con el medio ambiente

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), el bienestar emocional «es un estado de ánimo en el cual la persona se da cuenta de sus propias aptitudes y, conociéndolas, puede afrontar las presiones normales de la vida y trabajar productivamente». Así, las emociones, aunque universales, pueden ser complicadas de expresar y manejar, especialmente para los más jóvenes.
En este sentido, la educación emocional se convierte en un recurso invaluable porque es el pasaporte para una relación equilibrada con uno mismo y con los demás. Al enseñar al alumnado a identificar sus emociones y a comprender cómo estas afectan su comportamiento, le estamos ayudando a desarrollar una de las habilidades más importantes que necesitará en la vida: la inteligencia emocional.

Otro aspecto esencial de la educación emocional es la autoconexión y autorregulación. Aprender a reconocer lo que pasa por nuestro interior y gestionar las emociones es un proceso que requiere orientación, práctica y reflexión. Implementar técnicas como la autoobservación de la conducta, la respiración profunda, la meditación o la pausa consciente en el aula puede ser muy beneficioso. Estos métodos ayudan a las personas a calmarse en momentos de estrés o frustración, brindando herramientas para afrontar situaciones desafiantes de manera más equilibrada.

Estas herramientas no solo permitirán a los estudiantes enfrentar los desafíos del presente, sino que también los preparará para convertirse en adultos empáticos y resilientes. Pero no son las únicas.

La enseñanza preparará a los estudiantes para convertirse en adultos empáticos y resilientes

Aprender en (y con) la naturaleza

Aunque parezca mentira, ir a dar un paseo por el campo o jugar con tus seres queridos en un entorno natural tiene un fuerte impacto en nuestras emociones. Realizar actividades en la naturaleza permite generar serotonina (la «hormona de la felicidad») y reducir los niveles de cortisol (responsable del estrés y la ansiedad). Además, promueve la atención plena. Gracias a la observación del entorno y sus detalles (su olor, sonidos, texturas…) la preocupación por el futuro se desvanece, lo que permite conectar con el tiempo presente y equilibrar el mundo interno.

Al alejarnos del bullicio de la ciudad y encontrar un lugar que transmita paz podemos concentrarnos en nosotros mismos y, poco a poco, adquirir la habilidad de autorregularnos.

Sin embargo, estos no son los únicos beneficios de pasar tiempo con la naturaleza. Este rato en entornos naturales nos permite desarrollar una mayor conciencia sobre la importancia del ecosistema y nuestro papel en él. Al experimentar de primera mano la complejidad del mundo natural, somos más propensos a valorar su importancia y a reconocer la necesidad de protegerlo. Todo ello es fruto de una relación afectiva que nos permite entender el entorno natural como un integrante más de nuestras vidas.

La integración de la educación emocional en el currículo académico, desde literatura hasta ciencias sociales, refuerza la idea de que las emociones son un componente esencial de la vida humana

¿Qué emoción controla los mandos de tu mente?

Una estrategia efectiva para iniciar el camino hacia el autoconocimiento es a través de la narración de historias y películas, cuentos y juegos de rol. Un ejemplo interesante puede ser utilizar la película Del revés (Inside Out), que presenta de manera sencilla y accesible la complejidad de las emociones humanas. Al observar cómo los personajes viven y gestionan sus sentimientos, los niños pueden hablar y analizar sus propias experiencias emocionales. Después de ver la película, se puede realizar una actividad donde cada alumno dibuje las emociones que predominan en su vida diaria, aquellas que suelen tomar los mandos de la «consola de las emociones». Además, también se pueden dibujar las «islas de recuerdos» que les han marcado. Estas representaciones visuales no solo les permitirán expresar lo que sienten, sino que también crearán el pretexto perfecto para abrir un espacio de diálogo en el aula.

El debate posterior a la actividad puede ser revelador. Al compartir sus dibujos y relatos, el alumnado puede ver que otras y otros se sienten igual y que no están solos en sus luchas emocionales. Esta conexión crea un ambiente de apoyo y comprensión mutua, donde los más pequeños aprenden que las emociones son naturales y forman parte de la experiencia humana. Además, es importante reconocer las emociones que, aunque a veces son difíciles de manejar, pueden ofrecer información valiosa sobre sí mismos y sus necesidades o sobre lo que les gusta y lo que no.

Las emociones influyen en la capacidad de las personas para concentrarse, aprender y relacionarse

Enseñar con el ejemplo

El papel de las y los docentes en este proceso es fundamental. Solo los educadores que han trabajado antes sus propias emociones y sean capaces de mostrar su propia vulnerabilidad pueden trabajar de una manera completa la emoción. Cuando los maestros muestran que también sienten y trabajan personalmente sus emociones, se crea un ambiente seguro y auténtico donde los alumnos se sienten cómodos explorando y expresando sus propios sentimientos.

Compartir experiencias personales relacionadas con las emociones puede ser un gran punto de partida y una forma de conexión especial con el alumnado, ya que, como sabemos, las emociones influyen en la capacidad de las personas para concentrarse, para aprender y para relacionarse. Las emociones positivas, como la alegría y el entusiasmo, pueden aumentar la motivación y la participación en clase, mientras que las emociones negativas, como la ansiedad y la tristeza, pueden dificultar el aprendizaje y generar conflictos.

Así, integrar la enseñanza emocional en el currículo académico (y fuera de él) resulta crucial para el correcto desarrollo del alumnado y para fomentar su conexión con la naturaleza. Las emociones no deberían ser un tema aislado, sino un aspecto interconectado con todas las áreas del aprendizaje. Por ejemplo, en clases de literatura se pueden analizar las emociones de los personajes y cómo estas influyen en la trama. En educación física, plantear una excursión a zonas naturales cercanas donde el alumnado pueda desconectar. En ciencias sociales, se pueden discutir las emociones en contextos históricos y su impacto en la sociedad. Esta integración enriquece el aprendizaje, permite a los alumnos desarrollar herramientas emocionales y refuerza la idea de que tanto la naturaleza como los sentimientos son un componente esencial de la vida humana.

 

Texto: Mariela Ruth Gómez Ponce
Ilustración: Nicolás Aznárez