La infancia es un periodo fascinante y crucial en el desarrollo humano, marcada por una intensa exploración del mundo y un aprendizaje tanto productivo como voraz. La absorción de experiencias en este periodo va acompañada de toda una gama de emociones que juegan un papel fundamental no solo en la memoria de los niños y en cómo recuerdan los contenidos, sino también en la forma en la que se perciben a sí mismos y a su entorno más cercano. Y es que la gestión de las emociones va a influir en la infancia pero también, cuando el alumnado crezca, en la forma en que interactúan con el mundo. En esta línea, el contacto con la naturaleza puede desempeñar un papel relevante ya que, además de ser un regulador de emociones para los niños y niñas, permite crear vínculos duraderos con ella que ayudarán a formar adultos respetuosos con el medio ambiente
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), el bienestar emocional «es un estado de ánimo en el cual la persona se da cuenta de sus propias aptitudes y, conociéndolas, puede afrontar las presiones normales de la vida y trabajar productivamente». Así, las emociones, aunque universales, pueden ser complicadas de expresar y manejar, especialmente para los más jóvenes.
En este sentido, la educación emocional se convierte en un recurso invaluable porque es el pasaporte para una relación equilibrada con uno mismo y con los demás. Al enseñar al alumnado a identificar sus emociones y a comprender cómo estas afectan su comportamiento, le estamos ayudando a desarrollar una de las habilidades más importantes que necesitará en la vida: la inteligencia emocional.
Otro aspecto esencial de la educación emocional es la autoconexión y autorregulación. Aprender a reconocer lo que pasa por nuestro interior y gestionar las emociones es un proceso que requiere orientación, práctica y reflexión. Implementar técnicas como la autoobservación de la conducta, la respiración profunda, la meditación o la pausa consciente en el aula puede ser muy beneficioso. Estos métodos ayudan a las personas a calmarse en momentos de estrés o frustración, brindando herramientas para afrontar situaciones desafiantes de manera más equilibrada.
Estas herramientas no solo permitirán a los estudiantes enfrentar los desafíos del presente, sino que también los preparará para convertirse en adultos empáticos y resilientes. Pero no son las únicas.