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9 juegos infantiles al aire libre en la naturaleza

Una sensación de nerviosismo empieza a recorrer la clase. Mentalmente empieza la cuenta atrás, faltan minutos, después segundos. Es la emoción previa al recreo, a salir al patio para correr y saltar. Lo mismo sucede antes de ir de excursión. Y es que estos momentos fuera del aula en los que tienen lugar los juegos infantiles al aire libre no solo son esenciales para el aprendizaje del alumnado, sino también para fortalecer la conexión entre compañeros y con la naturaleza.

Los minutos del recreo son el ansiado descanso en la jornada escolar para salir al patio, respirar y divertirse. Un momento en el que el alumnado puede relajarse, ponerse al día con sus compañeros y jugar. Algunos correrán con un balón, otros quizás intercambiarán cromos de una serie de dibujos animados que esté de moda, y puede que muchos inventen sus propios juegos. Y aunque pasen los años, las tendencias cambien y la tecnología evolucione, lo que hacen hoy los niños y niñas en el patio probablemente no diste mucho de lo que hacían sus profesores y padres de pequeños.

Juegos para niños al aire libre tradicionales

Puede que algunos alumnos y alumnas hablen de personajes completamente desconocidos para el profesorado o de videojuegos con posibilidades inimaginables hace años. Pero casi seguro que, si preguntas a los estudiantes, no solo conocerán juegos con los que pasaban el rato sus abuelos, sino que seguro formarán parte de su rutina en el patio, en el parque o en cualquier otro espacio al aire libre

1. La rayuela

Una tiza y una piedra pequeña es todo lo que se necesita para participar en este juego, que se puede hacer solo o con amigos. El primer paso es diseñar el tablero, que consta normalmente de 10 casillas distribuidas linealmente de manera individual y en grupos de dos. Ya con el tablero dibujado es el turno del primer jugador, que debe lanzar la piedra al cuadro 1 sin que toque las líneas. Si lo logra, comienza a saltar, aunque hay una serie de reglas: lo debe hacer sobre un pie (salvo en las casillas dobles, que se apoyan los dos) y sin pisar las líneas o perder el equilibrio. El objetivo es recorrer todas las casillas sin pisar en la que cayó la piedra. Si el jugador incumple alguna de las reglas pasa a ser el turno del siguiente. Cuando vuelva a tocarle a él, debe lanzar la piedra al cuadro 2, y así sucesivamente hasta que recorra todo el tablero.

2. Saltar a la comba

En la versión tradicional de este juego, dos personas sostienen la cuerda por los extremos y la hacen girar mientras que uno o varios jugadores saltan en medio. La comba debe pasar por encima de la cabeza y debajo de los pies de los saltadores. En el caso de que la cuerda te golpee o se enrede en los pies, se pierde el turno y le tocaría al siguiente jugador.

3. El escondite

En el caso del escondite, cuantos más jueguen, mejor. Se comienza seleccionando un jugador que se encargará de buscar a los demás. El buscador deberá establecerse en un lugar, conocido como «la base», cerrar los ojos y contar en voz alta hasta el número que se haya determinado. Mientras, el resto de jugadores se esconden. Una vez que el buscador termina de contar, grita una premisa como «¡Listos o no, allá voy!» y comienza a buscar a los jugadores que se han escondido. Si encuentra a alguien, debe correr hacia la base y tocarla antes que el jugador descubierto. Si el escondido llega primero a la base, se salvará.

Una conocida variante es el escondite inglés. En este caso, el buscador no se mueve. Los jugadores deben acercarse a la base mientras él está contando, pero solo pueden moverse cuando el buscador no los ve. Si el buscador los ve moverse, gritará sus nombres y quedarán fuera del juego.

4. Pilla-pilla

Al igual que en el escondite, se elige a un jugador encargado de pillar al resto. Su misión será correr y tocar a otro jugador con la mano. El resto de jugadores deben evitar ser pillados corriendo y esquivando al «pillador». En el caso de que este consiga tocar a otro jugador, este se convierte automáticamente en «el pillador».

El recreo es el escenario perfecto para aprender a través del juego

Importancia de los juegos infantiles al aire libre

Pero, además de divertirnos, estos ratos al aire libre también son el momento perfecto para que las niñas y los niños disfruten de su entorno, del paisaje que les rodea. Un aspecto esencial para el correcto desarrollo cognitivo de los pequeños, pero también emocional y, sobre todo, social. Hablamos de los momentos de juego en el recreo, pero también en los días de excursión, en las tardes en el parque, o incluso en escapadas en familia.

Los juegos al aire libre, en especial en espacios naturales, permiten a los pequeños experimentar con la realidad de manera directa y así desarrollar una comprensión más profunda del mundo que los rodea, porque ¿qué mejor manera de aprender sobre la naturaleza que interactuando con ella? ¿Y qué mejor momento que durante el recreo, con los compañeros, en un entorno en el que se sienten seguros –aunque pueda mostrarles sorpresas inesperadas–?

Juegos cooperativos al aire libre

Para completar la lista de juegos y actividades que el alumnado suele disfrutar, a continuación, proponemos cinco juegos para que se diviertan, aprendan a cooperar y, lo más importante, fortalezcan su relación con el medioambiente.

5. Búsqueda del tesoro ecológico

Una actividad que no solo despierta el espíritu competitivo de los niños, sino que también les enseña a observar y valorar los elementos naturales. En grupos, se les entrega una lista de tesoros para encontrar. Por ejemplo, se puede apuntar una hoja marrón, una piña o un par de castañas. La primera persona o grupo en hacerse con todos, gana el juego.

Esta actividad es ideal para el otoño, cuando la naturaleza ofrece un abanico de colores y formas que cambian con la estación. Mientras se divierten, aprenden sobre la biodiversidad local y desarrollan su capacidad de observación.

6. La carrera de los animales

En este juego, los niños deben imitar el movimiento de distintos animales mientras corren hacia una meta. Por ejemplo, pueden saltar como ranas, caminar como cangrejos o correr como guepardos. Se pueden asignar diferentes animales según los ecosistemas que estén explorando en el aula (selva, sabana, mar, etc.). Este juego es dinámico, promueve la actividad física y permite que aprendan sobre las características y movimientos de los animales.

7. Descifrando huellas

En una excursión por un parque natural o un entorno verde, los niños pueden buscar huellas de animales, rastros o señales de vida salvaje. Una vez identificadas, pueden investigar de qué animal se trata y hablar sobre su hábitat, alimentación y comportamiento. Este juego despierta la curiosidad por la fauna local y promueve el respeto hacia los seres vivos con los que comparten el entorno.

8. La cuerda de… (el bosque, la playa, la selva, etc.)

Este juego se inspira en la tradicional comba, pero con una pequeña dificultad añadida: mientras los estudiantes saltan, deben nombrar plantas, animales o elementos naturales en cada salto. Al equivocarse o repetir una palabra, ceden el turno al siguiente jugador.

Es una forma divertida de reforzar el conocimiento sobre la biodiversidad y de incentivar la memoria. Además, cada partida se puede adaptar al entorno, centrando los nombres en especies que se encuentran en la zona donde se juega.

9. El eco de la naturaleza

En la versión simplificada –ideal para rutas o caminos–, un niño o niña emite un sonido relacionado con la naturaleza (como el canto de un pájaro, el viento o el sonido del agua) y el resto deben imitarlo, tratando de replicar el eco natural. Este juego desarrolla la capacidad auditiva, la observación y la apreciación de los sonidos que normalmente pasan desapercibidos en la naturaleza.

En su versión desarrollada, en primer lugar, se delimita un espacio de juego seguro y sin obstáculos peligrosos. A continuación, uno o varios alumnos se tapan los ojos: deben encontrar a sus compañeros a ciegas. De forma similar al conocido juego de Marco Polo, el buscador emite el sonido de un animal u otro elemento de la naturaleza y sus compañeros deben replicarlo para darle pistas de dónde se encuentran. El buscador gana cuando logra encontrar a todos los demás.

Cada paseo por el parque o cada excursión es una oportunidad para reconectar con la naturaleza y con los compañeros

Precauciones para organizar juegos al aire libre

El objetivo de jugar al aire libre es divertirse, desinhibirse y pasar un buen rato con los compañeros y la naturaleza. Sin embargo, entre correr, saltar y esconderse, cabe tomar ciertas precauciones para que los juegos se lleven a cabo con seguridad.

  1. Primero, debemos elegir un lugar adecuado. Es importante que el terreno donde se va a jugar sea plano y no tenga desniveles peligrosos, hoyos o piedras que puedan causar tropiezos o caídas. También este área debe ser lo suficientemente grande para el número de jugadores y el tipo de juego que pensamos llevar a cabo.
  2. En esta línea, se deben marcar bien los límites del área de juego, especialmente si se juega en un espacio cercano a carreteras u otras zonas peligrosas. Para ello, recomendamos avisar al alumnado de antemano o marcar la zona con cintas, conos u otro objeto visible.
  3. También es fundamental tener en cuenta las condiciones climáticas que se dan a la hora de jugar. Si hay mucho sol, es recomendable llevar gorras, protector solar y agua para hidratarse. En el caso de lluvia y viento, debemos analizar su intensidad, porque pueden aumentar el riesgo de accidente.
  4. Por último, se recomienda que antes de comenzar el juego se revisen todas las normas y precauciones de seguridad y, durante él, es importante echar un ojo a todos los jugadores y estar dispuesto a intervenir en el caso de que identifiquemos conductas peligrosas.

Los juegos infantiles al aire libre son una manera de ayudar a los estudiantes a conectar con el entorno de una manera más sensorial, apreciando los matices de los sonidos naturales. Una oportunidad para que los niños disfruten, exploren y aprendan: son momentos de conexión, tanto entre ellos como con el entorno natural. Porque, al fin y al cabo, cuando jugamos en la naturaleza no solo nos conectamos con ella, sino también entre nosotros, y esa es una lección que no se aprende en los libros.

 

Texto: Mariela Ruth Gómez Ponce
Ilustración: Nicolás Aznárez