Escuelas contra el desperdicio alimentario
Una de las grandes trabas a la hora de reaprovechar la comida sobrante en los colegios es el temor a generar alguna incidencia en la conservación o en el transporte y terminar intoxicando al usuario, dice Jesús Martín, de la ONG Nutrición Sin Fronteras (NSF). Pero hay muchas formas de reducir el desperdicio sin renunciar a la calidad de los menús o poner en riesgo la salud del alumnado, sino todo lo contrario. A continuación, presentamos algunos recursos, ideas y ejercicios que los docentes y el personal del comedor pueden implementar:
1. Al ajustar las proporciones de los platos del alumnado
No todos los días se tiene el mismo apetito. Una buena práctica puede ser permitir que las y los niños mayores escojan porciones en función del hambre que tengan. Esto reduce las sobras y permite un consumo más ajustado.
2. Controlar el desperdicio y adaptar el menú
El personal del comedor puede monitorear la cantidad de comida que se desperdicia cada día y ajustar los menús y porciones en base a estos datos. Por ejemplo, si un plato específico genera muchas sobras, quizás se pueda reconsiderar la receta o la porción.
3. Donar los excedentes
Crear alianzas con bancos de alimentos u organizaciones locales para donar los alimentos no consumidos que no se hayan servido puede ser una gran iniciativa de gran impacto. Así, la comida que no se utiliza en el comedor no se desperdicia y se destina a personas en situación de vulnerabilidad.
4. Enseñar en el aula recetas de aprovechamiento
Se pueden proponer actividades en las que los alumnos traigan recetas de aprovechamiento de familiares o inventen las suyas. Será un ejercicio de creatividad, conciencia y refuerzo de los vínculos con su entorno más cercano. Así, no solo podrán aprender sobre biología (el ciclo de vida de animales y plantas, por qué al estar en sal o aceite no aparecen microorganismos en la comida y se conservan mejor…), sino que podrán cultivar en su conciencia el valor de cada alimento y llevar ideas a sus casas, donde quizás podrán ayudar a sus familiares en la cocina.
5. Concurso de almuerzos sin desperdicio
Relacionado con el punto anterior, se puede organizar un concurso para que el alumnado realice o traiga de su casa almuerzos caseros, equilibrados y que generen la menor cantidad posible de desperdicios. Esta puede ser una actividad divertida y educativa, que son las que mayor índice de recuerdo producen en las y los más pequeños. Es importante que lleven solo lo que se vaya a comer y a empaquetar su comida de forma sostenible, utilizando envoltorios reutilizables o fiambreras.
6. Instalar un compostador en el colegio
Como ya explicamos en este artículo, puede ser una forma práctica de demostrar cómo se puede aprovechar el desperdicio alimentario orgánico para crear vida o, incluso, nuevos alimentos. El alumnado puede así aprender a separar los residuos orgánicos mientras descubre los procesos naturales de los vegetales y desarrolla sensibilidad ambiental.
7. Visualizar la huella alimentaria
A través de gráficos, vídeos o simulaciones se puede explicar cuántos recursos (agua, energía, etc.) se necesitan para producir los alimentos que normalmente tiramos a la basura. Esto ayuda a crear una mayor conciencia sobre el impacto que producimos en el planeta con el desperdicio de comida.
8. Desafío Un día sin tirar comida
Los desafíos o challenge están de moda. Plantear uno en el que los estudiantes pasen todo un día sin tirar comida, tanto en casa como en el colegio, puede despertar su interés y ayudarles a reflexionar sobre sus hábitos alimenticios.
9. Dar un espacio protagonista al desperdicio
Colocando, por ejemplo, una báscula donde los estudiantes depositen las sobras de sus comidas. Esto puede ser un método visual y efectivo para tomar conciencia de la cantidad de comida que se desperdicia. Lo ideal es acompañar el ejercicio con una tabla de registro diario o semanal.
10. El mural del desperdicio alimentario
Colaborar con toda la comunidad educativa en la creación de un mural que refleje las cifras de desperdicio alimentario en el mundo, sus consecuencias y las formas en las que podemos reducirlo. Estas estrategias no solo reducirán el desperdicio alimentario, sino que pueden convertirse en herramientas educativas que refuercen los hábitos responsables y sostenibles en toda la comunidad escolar. Junto a esto, también se pueden proponer charlas para generar conciencia sobre el tema.