Aunque la mayoría de las decoraciones y luces navideñas ya descansan en sus cajas hasta el año que viene, hay un elemento muy ligado a la forma de celebrar las Navidades en países como España que sigue despierto y presente en el ambiente: las compras. Tras el día de Reyes, la llegada de las rebajas sostiene un poco más las ganas de renovar el armario o de hacernos con algo que necesitamos. Pero lo cierto es que, en muchas ocasiones, lo que perdura realmente es la búsqueda de nuestra felicidad o la de nuestros seres queridos a través del consumo. Pero, ¿realmente nos hace felices comprar por comprar? ¿Lo viven igual los niños y niñas que los adultos? ¿Qué impacto tiene nuestra forma de comprar en el medio ambiente o en nuestro estado de ánimo? Hablemos del consumo responsable.
¿Por qué a veces consumimos en exceso?
Detrás de estos hábitos, muchas veces se encuentra la búsqueda del estímulo a través de la generación de serotonina y dopamina. De hecho, numerosos estudios demuestran que las compras excesivas están relacionadas, en muchas ocasiones, con una gestión emocional inadecuada. Es decir, en lugar de centrarnos en analizar lo que realmente sentimos, deseamos o necesitamos, nos quedamos en la superficie y tratamos de suplir esta reflexión por un bien novedoso.
Por desgracia, la infancia no escapa de esto: todo lo contrario, se ven especialmente afectados. Y, de forma similar a lo que sucede con las personas adultas, la publicidad de la televisión o de las redes sociales muchas veces tiende a alimentar ese deseo de consumo. Por ello, resulta especialmente importante trabajar este aspecto tanto en las aulas como en casa: avanzar hacia una buena gestión de las emociones a través de nuestra capacidad de razonar e inhibir.
El impacto del consumo en el medio ambiente
La forma de consumir (y de cuidar lo que compramos) impacta directamente en el medioambiente y la disponibilidad de los recursos naturales. De hecho, según un estudio realizado por distintas Universidades de Estados Unidos sobre el consumo y sus emisiones, el consumismo excesivo estaría detrás del 60% de las emisiones globales de Gases de Efecto Invernadero (GEI).
Esta realidad se vuelve aún más amarga cuando nos damos cuenta del tiempo de uso real que le damos a estos productos, ya que muchas veces olvidamos y desechamos rápidamente lo que compramos. Un hábito que va desde los juguetes hasta la ropa, pasando por los alimentos: tan solo en España, en 2022 se desperdiciaron más de 1.200 millones de kilos de comida.
Y con cada bien mal aprovechado, estamos desperdiciando recursos y materias primas como metales, energía, madera (que, no olvidemos, proviene de los árboles) o agua. Para que nos hagamos una idea, la huella hídrica de tan solo un kilogramos de papel es de unos 2.000 litros de agua dulce.