Las Navidades son, probablemente, el momento del año en el que las casas albergan más invitados y las mesas más comida: pescados, carnes, mariscos, verduras, dulces… Un sinfín de recetas en las que la abundancia suele ser una constante. Sin embargo, no es igual de sencillo para todas las familias ofrecer un festín a la altura de las fechas o, incluso, calmar el hambre de todos los comensales. Os dejamos esta entrevista con Gema Escrivá de Romaní.
Por suerte, el Banco de Alimentos de Madrid no evita que falte comida en las mesas madrileñas, sino que gracias a ellos 150.000 personas comen a diario de manera saludable. Además, en 2022, la entidad evitó que se destruyeran más de 13,3 millones de kilos de alimentos, el 57 % del total de alimentos distribuidos, reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero, favoreciendo la sostenibilidad y promoviendo la economía circular al introducirlos de nuevo en la cadena de consumo. Hablamos con su directora general, Gema Escrivá de Romaní, para que nos explique cómo funciona la organización y para que nos ayude a concienciar, tanto dentro como fuera del aula, sobre la relevancia de la solidaridad, sobre el valor de los alimentos y sobre el poder del consumo responsable.
Tras más de 29 años en activo, muchos conocemos o hemos escuchado hablar del Banco de Alimentos de Madrid, pero quizás no tantas personas sepan cómo trabajan. ¿Cómo es el día a día de la organización?
Nuestra actividad se vertebra en dos ejes: por un lado, la recuperación de los excedentes alimentarios de los diferentes agentes de la cadena, que es el origen de los bancos de alimentos. Los alimentos que se recuperan son aptos para el consumo humano, pero están fuera del mercado por distribución o por fecha muy próxima de caducidad. Por otro lado, la distribución. Esos alimentos los distribuimos a nuestras entidades beneficiarias para que lleguen a las personas más vulnerables.
No distribuimos nunca directamente a personas, sino a entidades. Facilitamos una comida diaria a 150.000 personas a través de 550 entidades benéficas con las que trabajamos en la Comunidad de Madrid. Tenemos tres tipos de productos: frutas y hortalizas; productos de cesta básica (pasta, arroz, cacao, aceite, legumbres, harina…), que adquirimos generalmente vía donaciones de empresas y particulares; y el resto de productos provienen de todo el espectro de donaciones de la industria alimentaria, como leche, yogures, etc. No damos todos los alimentos con la misma frecuencia. Tenemos un índice de reparto por persona (por ejemplo: dos huevos semanales por persona). También tratamos de dar comidas elaboradas, porque muchos de nuestros destinatarios tienen dificultades para acceder al consumo energético y para cocinar. Así que intentamos darles legumbres en tarro, por ejemplo, en vez de secas. Esa es nuestra actividad diaria.
Gracias a su labor, aproximadamente 150.000 madrileños pueden comer a diario. ¿Cómo describiría el perfil de estas personas? ¿Cuáles son las principales necesidades que se observan desde el Banco de Alimentos?
Hemos detectado que la pobreza está bajando escalones. Hay una pobreza moderada, que afecta a personas con dificultades para llegar a fin de mes pero que pueden hacer frente a los gastos de alimentación, y una pobreza severa, que afecta a quienes no llegan a final de mes y tienen que elegir entre pagar una factura u otra. Después encontramos a las personas en privación material severa, que afecta a más de medio millón de personas en la Comunidad de Madrid. Son personas que, de los trece ítems de consumo básico que marca la Unión Europea, no pueden comer siete. La bolsa de privación material severa aumenta y tiende a cronificarse, por lo que es complicado que salgan de ella.
De los alimentos obtenidos, la mitad de ellos son reciclados. ¿De dónde provienen estos productos? ¿Qué importancia tiene para vuestra organización la lucha contra el desperdicio alimentario?
Prefiero no hablar de alimentos «reciclados», no lo son porque no han sido utilizados y son aptos para el consumo. Son alimentos «recuperados», porque evitamos su destrucción. Llevamos 29 años trabajando en economía circular y el pasado año el 57% de los productos que distribuimos provinieron de la recuperación, y todo apunta a que en 2023 el porcentaje será del 62%.
Estos productos provienen de cuatro fuentes. Las frutas y hortalizas, sobre todo vía el programa FEAT de la Unión Europea, que subvenciona el 100% a aquellos productores de frutas y hortalizas que donen hasta el 5% de lo que comercializan. El pasado año adquirimos 8 millones y medio de kilos de frutas y hortalizas, y este año la cifra será similar. Cuatro millones vienen de este programa y otro tanto, de evitar la destrucción de estos productos en Mercamadrid, desde donde nos ceden productos que no pueden vender.
Por otro lado, tenemos la vía producción-transformación, la de aquellas empresas que nos donan, bien porque han sacado un producto nuevo que no ha tenido aceptación, o bien porque han distribuido menos pedidos. Y, antes de tirar el stock, nos lo donan.
También contamos con derivados lácteos, yogures, quesos, pasta precocinada… Son sobrantes de los puntos de venta. En estos casos, lo que hacemos es conectar a la entidad beneficiaria con el punto exacto para que las recoja ya que, por fecha de caducidad, no nos da tiempo a que pase por el Banco.
Por último, trabajamos con las cadenas de distribución que también tienen excedentes pero que, al ser partidas muy grandes, vienen al Banco porque las entidades no las pueden asumir de manera directa. Ahora estamos trabajando, además, con el sector de la hostelería para recuperar excedentes de las comidas preparadas.