La primavera de 2023 pasará a la historia como una de las más calurosas que se recuerdan. Hasta tal punto que algunas comunidades autónomas como Andalucía o Madrid decidieron flexibilizar los horarios escolares para capear las horas centrales del día, en las que más se incrementan las temperaturas. Según las investigaciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), tanto las temperaturas inusualmente altas como las bajas serán cada vez más comunes. Pero, ¿significa esto que para mantener el confort en las aulas tendremos que asumir como normales medidas como las anteriores o gastar más (y aumentar la emisión de gases contaminantes) al encender a menudo los sistemas de climatización? Pese a que esta pueda parecer la única solución, la celebración del Día Mundial del Ahorro de Energía el 21 de octubre nos recuerda que hay formas mucho más sostenibles (y baratas) de sentirse a gusto en clase tanto en invierno como en verano; gracias a la eficiencia energética.
Aunque el concepto de eficiencia energética quizás pueda sonar a gran transformación, sencillamente se refiere al aprovechamiento óptimo de los recursos energéticos. Es decir, a no derrochar energía. Si tenemos en cuenta que una parte importante de la energía que consumimos procede de fuentes contaminantes, un uso más eficiente se traduce necesariamente en una reducción de la huella ambiental y una menor contribución al cambio climático. En otras palabras: «la energía menos contaminante es la que no se consume».
Los edificios: clave para la eficiencia energética
La máxima anterior atañe a prácticamente todos los sectores, pero especialmente al de los edificios: estos son responsables del 40% del consumo energético de la Unión Europea (UE) y del 36% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Y los aires acondicionados o las calderas son algunos de los mayores responsables de estas cifras. Por eso, el club europeo ya fomenta desde 2020 un plan para disminuir el derroche energético a través de la eficiencia. Entre otras estrategias, la hoja de ruta definida por la UE pasa por invertir e innovar con el uso de dispositivos como contadores inteligentes, de materiales que ofrezcan un mejor rendimiento y de apps (cada vez más numerosas) que permitan que cualquier persona mejore el consumo de energía.
También la instalación de sistemas de autoconsumo fotovoltaico en los tejados de los edificios –como el que tienen en la escuela de Palmera, en Valencia– favorece la eficiencia al generar la energía directamente en el lugar donde será consumida –y, además, esta energía será 100% renovable–. Estas son grandes soluciones, pero hay muchas otras formas (y más sencillas) de mejorar significativamente la eficiencia energética en las escuelas.