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¿Es posible una celebración navideña sostenible?

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La Navidad es la época del derroche por antonomasia, pero podemos cambiar el relato tanto en el colegio como en casa: consumir productos de proximidad, reducir los envoltorios, apostar por regalos fabricados cerca de casa y aprovechar cualquier objeto para desatar la imaginación y crear decoraciones únicas, está en nuestra mano.

Durante este último mes ha destacado una imagen: el mapa español iluminándose por una titiladora ola de luces, de todas formas y colores, que advierte de que queda muy poco para que la Navidad aterrice de nuevo. También en los colegios, donde profesores, progenitores y alumnado ya ultimáis los preparativos para celebrar estas fechas con distintas actividades. La alegría de la festividad, sin embargo, no puede obviar el mayor desafío de nuestra era: el cambio climático. Por lo tanto, ¿es posible una celebración navideña sostenible?

Si bien merecemos disfrutar con nuestros seres queridos de esta época rebosante, debemos hacerlo con cierto sentido común para evitar que, un año más, quede señalada como el momento clave del consumismo y el derroche: según un estudio de la Universidad de York, durante estas fechas se emite un 5% del dióxido de carbono producido en un año. A esto hay que sumar el 20% de comida que termina en la basura, los dos kilos de residuos por persona que se generan durante estas señaladas fechas y los contaminantes (e infinitos) desplazamientos en coche para ir a comprar regalos.

El momento de ser mejores personas… también para el planeta

Pero la Navidad tradicionalmente ha tratado de aprender a valorar lo que tenemos y marcarnos nuevos propósitos para convertirnos en mejores personas, así que este es un buen momento para cambiar el relato del consumismo y centrar nuestras intenciones en el medioambiente que, igual que profesores y alumnos, también necesita un respiro antes de embarcarse en un nuevo año. Para conseguir este objetivo de una celebración navideña sostenible, podemos empezar teniendo en cuenta la cantidad de residuos que generamos, así como optar por hacer regalos sostenibles y optar por una decoración navideña que sea respetuosa con el medioambinete.

Merecemos disfrutar con nuestros seres queridos de la Navidad, pero debemos hacerlo con cierto sentido común

Podemos empezar por la decoración. Tanto en el aula como en casa, los niños y niñas pueden dar una segunda vida a residuos plásticos y de cartón construyendo su propio árbol. Tan solo hace falta imaginación: una botella se convierte en rama, un folio sucio puede recortarse en forma de ángel y los tapones, si se unen en forma de esfera, se transforman en una bonita bola navideña. En caso de que recurramos al típico abeto y optemos por uno natural, una vez terminadas las fiestas lo mejor es replantarlo, llevarlo al Ayuntamiento o donarlo a un vivero para que lo utilicen de abono. Mientras tanto, podemos decorar con luces LED, que consumen un 90% menos frente a unas bombillas tradicionales –aunque no deberíamos tomarlo como excusa para iluminar hasta el más pequeño rincón de la casa o el colegio–.

Comer bien no es comer demasiado

A la hora de elaborar los menús navideños, debemos ser realistas con la cantidad de comida para evitar que acabe en la basura. Las comidas copiosas contribuyen al despilfarro. Además, es recomendable comprar productos locales, frescos y de temporada ya que, más allá de ser mucho más sanos, tendremos por seguro que su producción ha generado menos residuos y emisiones que los platos precocinados. En caso de que sobre comida, siempre podemos congelarla o reutilizarla al día siguiente –en Cataluña, por ejemplo, el 26 de diciembre se consumen los canelones de San Esteban, elaborados con las sobras del día anterior–. Esto es también aplicable a los comedores escolares, donde el centro puede aprovechar los días previos a las vacaciones para concienciar de primera mano sobre el exceso alimentario.

Reflexionemos juntos en el aula sobre la Navidad y cómo podemos hacer que estas fiestas sean más sostenibles y divertidas

En cuanto a los regalos, siempre debemos (re)valorar cuánto necesitan realmente nuestros seres queridos. También evitar juguetes con grandes embalajes que se hayan fabricado a miles de kilómetros: un osito de peluche producido de forma local emite tan solo dos kilos de dióxido de carbono a la atmósfera, mientras que uno fabricado en China alcanza los 19 kgCO2eq. A la hora de envolverlos, lo ideal es utilizar papel de regalo reciclado de otros años o embalajes de periódicos viejos (que podemos decorar) en lugar de comprar nuevos rollos.

Antes de que acabe el curso, os recomendamos invitar a vuestros alumnos y alumnas a reflexionar sobre la Navidad y cómo podemos hacer que estas fiestas sean más sostenibles y divertidas: utilizar la imaginación para buscar alternativas verdes les ayuda a desarrollar la creatividad y a ser mucho más individuales. Seguro que tienen cientos de brillantes ideas para hacer más verde su momento favorito del año.

Texto: Cristina Suárez