Observa qué hay a tu alrededor: lo más probable es que, sin mucho esfuerzo, veas coches. Estarán aparcados –algunos seguramente de forma no muy correcta– o en circulación –quizás haya un poco de atasco–, pero casi de forma segura estarán. Los coches ocupan mucho espacio en las ciudades, lo cual no siempre es bueno: tiene una cara que puede ser bastante negativa para quienes vivimos en ellas. En algunas ciudades españolas, por ejemplo, el ruido es tan intenso que ya no nos deja dormir bien.
Además, los coches son un compañero poco agradable para la escuela. Como resumía Valentina, una estudiante de 9 años, a El País: «Los coches hacen mucho ruido y no podemos concentrarnos en clase». El exceso de tráfico llena las calles de ruido y molesta durante lecciones, exámenes o hasta en la hora del recreo, pero también hace que entrar o salir del colegio se convierta en algo más peligroso de lo que debería ser.
Vivir sin coches no es imposible. Para empezar, existen métodos de transporte alternativos, desde el transporte público hasta las bicicletas, además de otras formas de ir al cole (o, por ejemplo, la potenciación y reinvención de las propias calles en las que están las escuelas).