Frenéticas bocinas en interminables ríos de coches dentro de un atasco; motos que se escuchan a kilómetros; los taladros machacantes de una construcción; música a todo volumen: a la vuelta de la esquina, todo puede ser ruido, ruido y más ruido. Las grandes ciudades son el epicentro de la estridencia y de la contaminación auditiva. Lugares donde la paz, el descanso y el silencio pueden estar constantemente amenazados.
El sometimiento a largos periodos de ruido causa estragos en la salud: así lo demuestran los estudios que lo asocian a la falta de descanso, al estrés y a la ansiedad. También hablamos de problemas respiratorios y cardíacos, además de, por supuesto, daños auditivos. Incluso el aprendizaje resulta afectado de la misma manera: el ruido en las aulas puede rebasar fácilmente el nivel óptimo de tolerancia al ruido, con consecuencias que pueden ir desde la falta de atención hasta problemas en el desarrollo físico y psicológico del alumnado. ¿Y vosotros, habéis notado alguna vez los efectos del ruido?
¿Qué es la contaminación auditiva?
Se trata del exceso de sonidos en volúmenes exagerados que alteran nocivamente las condiciones naturales de un hábitat. Es un fenómeno causado por actividades humanas como ocurre con el transporte, la construcción o la saturación de un sitio con demasiada gente y música.