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El día de las ciudades: sostenibilidad e infancia

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La Organización de Naciones Unidas estima que en la actualidad el 55% de la población mundial vive en zonas urbanas. Ante esas cifras se presenta el desafío fundamental de diseñar unas ciudades más resilientes e inclusivas. Aprovechando el día Mundial de las ciudades conversamos sobre ello con Carlos Mataix, experto en innovación y sostenibilidad.

«Mejor ciudad, mejor vida. Adaptar las ciudades para la resiliencia climática». Es el lema con el que la ONU celebrará este año el Día Mundial de la Ciudades, el próximo 31 de octubre. Pero, ¿qué es exactamente una ciudad resiliente? Preguntado por ello, Carlos Mataix, director del Centro de Innovación en Tecnologías para el Desarrollo Humano de la Universidad Politécnica de Madrid nos explica que «es la capacidad que tiene una urbe y su comunidad para resistir ante conmociones o sucesos extremos que ponen a prueba sus esquemas y estructuras. Cuanto mayor capacidad de adaptación, más fácil le resultará volver a la situación previa a la catástrofe o adversidad. Podríamos hablar de antifragilidad cuando, después del desastre, la ciudad ha sido capaz de mejorar alguno de sus aspectos, pero aún estamos muy lejos de ello».

Se espera que en 2050 siete de cada diez personas en el mundo residan en ciudades, buena parte en megalópolis con más de diez millones de ciudadanos. Unas cifras que representan un desafío, sobre todo para los más pequeños. No es casual que la mayoría de los planes de actuación, análisis y recomendaciones internacionales a propósito de la sostenibilidad de los espacios urbanos los tengan en cuenta.

La cantidad de tiempo que los niños y niñas pasan jugando al aire libre y su nivel de contacto con la naturaleza son indicadores sólidos de cómo está funcionando una ciudad

El reciente informe Ciudades vivas: planificando para la infancia urbana, elaborado por Unicef, concluye que la cantidad de tiempo que los niños y niñas pasan jugando al aire libre, su capacidad para moverse de forma independiente y su nivel de contacto con la naturaleza son indicadores sólidos de cómo está funcionando una ciudad y su nivel de sostenibilidad.

Puede parecer que nuestra capacidad de intervenir en la ciudad es escasa, dado que ya están construidas, ya están conformadas, pero no es así, las ciudades son sistemas dinámicos en continua reformulación de sus infraestructuras y de sí mismas; eso permite modificarlas cuando se trata de hacerlas más resilientes, provocando con ello una concatenación de efectos positivos.  Para ello, Mataix, que también es miembro de la comunidad de Transformación de Ciudades, nos recuerda que se necesita contar con los menores. Ahora bien, la planificación urbana amigable con la infancia va mucho más allá de la construcción de parques infantiles.

Las ciudades son sistemas dinámicos en continua reformulación de sus infraestructuras y de sí mismas

«Pensemos en la importancia de que nuestras ciudades sean más resistentes al calor, por ejemplo. En sí mismo, es algo positivo, pero a su vez, el crear más zonas verdes, tiene un impacto positivo en el empleo, en la movilidad, porque de pronto contamos con espacios más caminables, y termina afectando a la salud, para bien, porque vivir en urbes humanas, amables, respirables, aumenta nuestra autoestima y bienestar», continúa Mataix.

Las libertades cotidianas de los niños, como la posibilidad de jugar, estar con sus amigos en espacios comunes, tener contacto regular con la naturaleza y moverse seguros por sus barrios son medidas de progreso para calificar de sostenibles nuestras urbes. «Son muy esperanzadores proyectos como los de Suecia, país en el que se ha producido una gran coalición política para que, a través de la concienciación en las escuelas, todos los niños y niñas modifiquen sus hábitos de alimentación, de manera que la expectativa es que para 2030 no haya un solo niño o niña que no se alimente con productos sanos y sostenibles. Esto repercute en la resiliencia de las ciudades porque cambia su modelo de suministro de alimentos, al apostar por un comercio de proximidad, lo que a su vez interviene en el empleo y en una mayor implicación en nuestros barrios», explica Mataix.

Proyectos como los de Suecia para que todos los niños y niñas modifiquen sus hábitos de alimentación a través de la concienciación en las escuelas, repercute en la resiliencia de las ciudades

Para activar a la ciudadanía en su compromiso con ciudades más verdes, más amables y resilientes «sería interesante crear un espíritu como el que hay en una ciudad cuando se ponen en marcha unas olimpiadas, es decir, se necesita, de alguna manera, un espíritu olímpico. Como el que hubo en Barcelona, donde todos los actores colaboraron para hacer de ella una gran ciudad. Hay que saber que somos capaces de ello, y crear un estado de deseabilidad, un deseo poderoso de que nuestras ciudades sean lugares maravillosos para vivir. Y para ello, tenemos, sí o sí, que implicar a los niños», concluye el experto en innovación.

Ya se están dando pasos. El pasado mes de septiembre, los alcaldes de Barcelona, Madrid, Valencia y Sevilla se comprometieron en el Senado, mediante la firma de un ambicioso precontrato climático, a acatar la Misión Europea de Ciudades, que no es sino el trabajo conjunto para hacer de ellas los mejores lugares posibles en los que vivir. Un trabajo conjunto donde los niños no solo están incluidos, sino que representan la base desde la que se deben asentar el trabajo por mejorar nuestras comunidades y ciudades.

Desde Naturaliza queremos que el alumnado sea protagonista de su entorno y sepa valorar la importancia de construir municipios y comunidades sostenibles. En la propuesta de clase fuera del aula ‘Barrio sostenible» proponemos al alumnado de 5º de Primaria realizar un diagnóstico de su entorno inmediato para identificar las infraestructuras y prácticas necesarias para promover su sostenibilidad, solicitando posteriormente dichas mejoras a su corporación municipal.

Texto: EPD