Tolerancia, solidaridad y empatía son los tres ingredientes principales para promover sociedades justas, prósperas e inclusivas en las que la ciudadanía pueda vivir en armonía, sin peligros. Ese es uno de los resultados que el Objetivo 16 incluido en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) busca alcanzar en las próximas décadas y que cada mes de septiembre, desde las Naciones Unidas se quiere recordar celebrando el Día de la Paz.
Lo cierto es que la salud del planeta y la convivencia pacífica de nuestras sociedades están íntimamente relacionadas. Estar en guerra entre nosotros es declarársela también al planeta. ¿Cómo mejorar el medio ambiente cuando los esfuerzos se destinan hacia el daño en lugar del cuidado? La historia de la bióloga keniana Wangari Maathai (1940-2011), primera mujer africana en ganar el Premio Nobel de la Paz en 2004, sirve de relato perfecto para comprender la urgencia de la paz a fin de garantizar la sostenibilidad de nuestra convivencia. Maathai nunca tuvo miedo de abrirse un camino en la política africana para salvaguardar los derechos humanos, la emancipación de las mujeres, la no violencia, la democracia y, por supuesto, el medio ambiente.
Conocida como la ‘Mama Titi’ (Mamá de los Árboles), nació en Ihithe, un pueblo central de Kenia que, por aquel entonces, era colonia británica. Pronto empezó a despuntar: se licenció en Biología en Estados Unidos para, posteriormente, ampliar sus estudios en Pittsburg, Alemania y en la Universidad de Nairobi, convirtiéndose en 1971 en la primera mujer africana en obtener un doctorado. Decía que los únicos que podían inspirar al ser humano eran los que habían abandonado esta vida sin dejar de trabajar por la de otros, y ella dedicó hasta el último día de la suya para dejar en herencia un mundo (un poco) mejor.