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¿Cómo enseñar medioambiente a través del aprendizaje cooperativo?

Enseñar medioambiente a través del aprendizaje cooperativo

El aprendizaje cooperativo es una de las metodologías activas con mayor auge en las escuelas españolas. Sus principios casan a la perfección con los de la educación ambiental. Aprovechamos la vuelta al cole para descubrir esta metodología con la que fomentamos el papel activo y protagonista del alumnado en un mundo en constante cambio.

Hablar de aprendizaje cooperativo en educación ambiental es casi una redundancia. ¿Resulta posible enseñar el amor a nuestra casa común, la Tierra, sin inculcar valores que nos conecten unos a otros? ¿Podemos transmitir a las nuevas generaciones la importancia del gran reto colectivo de nuestro tiempo desde una perspectiva individualista? La defensa del medioambiente impone, como condición sine qua non, la necesidad de aunar esfuerzos. La urgencia de ayudarnos unos a otros, de sumar voluntades y acciones hacia un objetivo que a todos beneficia. Y esta es, sin duda, la esencia sobre la que gravita cualquier afán de enseñar medioambiente a través del aprendizaje cooperativo.

La interdependencia positiva, la interacción cara a cara entre los alumnos, la promoción de las habilidades interpersonales y el fomento de la responsabilidad individual son las principales características del aprendizaje cooperativo. Una metodología que engloba varios procedimientos que organizan la clase en pequeños grupos donde los niños y niñas trabajan de forma coordinada para completar una tarea. Se persigue un objetivo común y el éxito colectivo viene precedido del éxito individual.

Debates, retos comunes, interacción constante o beneficio compartido son algunas de las piezas del aprendizaje cooperativo

Al aterrizar en las dinámicas de una clase, es más fácil comprender las prácticas que pone en marcha el aprendizaje cooperativo. En este post del doctor en Educación Carlos J. Rodríguez, aparecen interesantes reflexiones sobre un debate recurrente en la pedagogía contemporánea. Hace un año,  hablábamos de apredizaje coperativo en este mismo blog se explicaban los pormenores del aprendizaje cooperativo y su relevancia para la asimilación de los pilares que sostienen al desarrollo sostenible en nuestro planeta.

Iniciativas cooperativas

No escasean las propuestas concretas para  trabajar cooperación y medioambiente en la escuela. Así, hace unos años, en un colegio de la provincia de Ávila, los alumnos visitaron un paraje natural, se dividieron en grupos y se encomendaron a distintas tareas que culminaron con la “confección de un dibujo/mural” representando el bosque recorrido. La descripción de la actividad abunda en las piezas del engranaje cooperativo: debate, retos comunes, interacción constante, beneficio compartido… Se trata de una propuesta perfectamente exportable —con las modificaciones contextuales pertinentes— a cualquier lugar de la rica naturaleza española.

La cooperación en clase y con el entorno ayuda a los alumnos a adquirir conciencia ambiental

Sin salir del recinto escolar, un centro de Sevilla puso en marcha un “huerto cooperativo” con el fin de enseñar la importancia del consumo responsable, conocer de primera mano los procesos agrícolas y desarrollar nociones básicas sobre justicia alimentaria. Todo ello con participación masiva del alumnado y con integración curricular en la asignatura Conocimiento del Medio. El portal Kaidara.org publicó un extenso documento en el que se dan a conocer las vicisitudes de la práctica, viable en cualquier colegio o instituto de nuestro país.

Cooperar en actividades de educación ambiental encuentra otro inmenso filón en el medio urbano. No en vano, es allí donde se hace más evidente la influencia del ser humano sobre el medioambiente. Un instituto de Granada puso a trabajar a sus alumnos para recopilar todo tipo de datos sobre contaminación atmosférica y acústica, degradación de los ríos que atraviesan la ciudad, estado de los parques o impacto del turismo. Aunque el eje metodológico de Reinventa tu ciudad fue el aprendizaje basado en proyectos, sus autores dieron cabida explícita al aprendizaje cooperativo, incluida una rúbrica de evaluación. Otra muestra más de que las metodologías activas se entrelazan muchas veces mediante fines y dinámicas comunes.

Huertos, recorridos por el bosque o análisis de la degradación de ríos, son algunas actividades que se pueden desarrollar a través de un aprendizaje cooperativo

Las prácticas innovadoras en educación suelen ir acompañadas de fórmulas evaluativas poco tradicionales. Dos investigadoras de la Universidad de Cantabria publicaron en 2015 un interesante artículo en el que convergen aprendizaje cooperativo y educación ambiental en una herramienta de evaluación con clara intención formativa: el portfolio. Su propuesta didáctica se llevó a cabo en un instituto de Santander. Cubre, a través de 10 sesiones, las principales áreas de la esfera ambiental. Según sus autoras, el proyecto contribuyó significativamente a que los alumnos mostraran actitudes “realistas y respetuosas con el medioambiente” y fueran capaces de expresar “reflexiones coherentes y fundamentadas, propias de ciudadanos implicados y preocupados” por cuestiones medioambientales.

Recorridos por el bosque, análisis de la degradación de los ríos o desarrollo de huertos cooperativos son solo algunos de los ejemplos que en esta vuelta al cole nos pueden servir de inspiración para desarrollar propuestas de aprendizaje cooperativo. En la biblioteca de recursos didácticos Naturaliza se puede acceder a más de 2.000 recursos donde el alumnado juega un papel protagonista en el proceso de enseñanza – aprendizaje. Todos los recursos están diseñados para que el alumnado aprenda los conocimientos, valores, destrezas y experiencias y a la vez establezca las relaciones desde los parámetros de los sistemas ambientales y emprenda acciones futuras a favor de un desarrollo sostenible.

Texto: Rodrigo Santodomingo