Hablar de aprendizaje cooperativo en educación ambiental es casi una redundancia. ¿Resulta posible enseñar el amor a nuestra casa común, la Tierra, sin inculcar valores que nos conecten unos a otros? ¿Podemos transmitir a las nuevas generaciones la importancia del gran reto colectivo de nuestro tiempo desde una perspectiva individualista? La defensa del medioambiente impone, como condición sine qua non, la necesidad de aunar esfuerzos. La urgencia de ayudarnos unos a otros, de sumar voluntades y acciones hacia un objetivo que a todos beneficia. Y esta es, sin duda, la esencia sobre la que gravita cualquier afán de enseñar medioambiente a través del aprendizaje cooperativo.
La interdependencia positiva, la interacción cara a cara entre los alumnos, la promoción de las habilidades interpersonales y el fomento de la responsabilidad individual son las principales características del aprendizaje cooperativo. Una metodología que engloba varios procedimientos que organizan la clase en pequeños grupos donde los niños y niñas trabajan de forma coordinada para completar una tarea. Se persigue un objetivo común y el éxito colectivo viene precedido del éxito individual.