Cierra los ojos y escucha a tu alrededor. ¿Qué logras identificar? Si estás en un espacio cerrado, como un aula, seguramente sea el ordenador portátil trabajando a toda potencia o los coches pasando fuera, en la calle. Tal vez escuches el sonido de una tiza al deslizarse por la pizarra o un rotulador o un lápiz sobre una hoja. Ahora, fíjate un poco más… concéntrate en los seres vivos: otros docentes hablando en la sala de al lado, niños y niñas jugando en el patio, tu clase cuchicheando o los pájaros piando en un árbol cercano. Este podría ser el paisaje sonoro de un colegio. Si estuviésemos en medio de la naturaleza, el viento, las hojas y los animales tomarían el protagonismo a nuestro alrededor.
¿Qué es el paisaje sonoro?
Pero ¿te has planteado alguna vez si valoras todos estos sonidos tanto como lo que te entra por los ojos? Aunque pueda parecer una idea contradictoria, el paisaje no se compone solo de elementos visuales. Hablamos del paisaje sonoro, un elemento que se engloba dentro del patrimonio cultural inmaterial de todas las comunidades del planeta y que merece un cuidado y un estudio a la altura. Puede que no sean unas imponentes ruinas, un arrecife de coral o una reserva forestal, pero en todos estos lugares también existe un catálogo sonoro característico y único a su manera. No por menos la Unesco, en su Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de 2003, llamó a protegerlo de la misma manera que se hace con otros elementos del medioambiente más tangibles.