El pasado diciembre, el Acuerdo de París cumplía cinco años, mientras nos movemos sin prisa, pero sin pausa para conseguir las metas pactadas. Porque aún queda mucho camino por recorrer hasta cumplir los objetivos de la agenda 2030, y hay que hacerlo conjuntamente. Porque no solo supondrá un respiro para la salud del planeta, sino que mejorará la humana más de lo que nos imaginamos. Y así lo demuestra un estudio publicado a principios de febrero en la revista científica The Lancet, que asegura que «las medidas que se lleven a cabo para mantener la temperatura global por debajo de los 2 grados tienen beneficios sustanciales para la salud humana».
Vivir en un planeta en el que los Estados firmantes del Acuerdo de París hayan alcanzado las emisiones cero en 2050 es el objetivo de todos y, también, el punto de partida de los investigadores del estudio, que analizan los datos de los nueve países que más emisiones generan –Brasil, China, Alemania, India, Indonesia, Nigeria, Sudáfrica, Reino Unido y Estados Unidos–. Esta investigación no solo nos explica cuántas vidas se podrían salvar cambiando nuestros hábitos, sino que nos da las herramientas necesarias para llevar a cabo esa transformación en clave verde.
Una dieta flexitariana
Los investigadores creen que el mundo tiene mayor margen de acción –tanto a nivel comunitario como individual– en el ámbito de la alimentación. Y es que se calcula que en 2017 –último año del que la FAO tiene datos completos– el 20% de los 51.000 millones de toneladas de CO2 emitidos a nivel mundial correspondían a actividades agrícolas y ganaderas humanas.
La propuesta del equipo de investigadores –que, reconocen, es solo una de muchas– consiste en reducir las emisiones a la vez que mejoramos nuestra dieta, aumentando el consumo de frutas y verduras de temporada –y, a ser posible, de proximidad– y reduciendo el de carne roja, productos procesados con alta cantidad de azúcar añadida y ultraprocesados. Apostaríamos, de esta manera, por las denominadas dietas flexiterianas, en las que la proteína animal se consume de forma ocasional y se potencia la ingesta de hortalizas, legumbres y frutas. Así no solo se reducirían el consumo de energía destinado a la producción, sino que también se favorecerían dietas más nutritivas y respetuosas con el medioambiente. Algo tan sencillo como modificar nuestra alimentación podría prevenir hasta 6,4 millones de muertes prematuras en dos décadas.