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Naturaleza e infancia: el despertar de la conciencia ecológica

conciencia ecológica

Expertos en Psicología Ambiental debaten sobre la experiencia en la naturaleza de niños y jóvenes y su relación con la formación de la conciencia ecológica durante unas jornadas organizadas por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) en colaboración con Naturaliza. Louise Chawla, Enric Pol o Joe Hinds son algunos de los participantes que reflexionan sobre el despertar medioambiental de los más pequeños.

Miedo, enfado, tristeza. Esas son las tres emociones que expresaron medio centenar de niños y niñas de 11 años en un estudio realizado en Denver (Estados Unidos) cuando se les preguntó cómo se sentían al oír a los mayores hablar sobre el cambio climático y los problemas ambientales, así como sus consecuencias. Nadie debería tener miedo a que su planeta desaparezca, y mucho menos a una edad tan temprana. Jóvenes activistas como Activistas como Greta Thunberg no han dejado de remarcar, porque la crisis climática no es culpa de los niños y, sin embargo, son los que más la están sufriendo. Una encuesta realizada por las Naciones Unidas lo deja claro: el 73% de los jóvenes del mundo asegura haber experimentado ya alguno de los efectos del cambio climático.

Partiendo de esta premisa, la Universidad Internacional Menéndez Pelayo y Naturaliza, el proyecto de Educación Ambiental de Ecoembes, acogieron entre el 16 y el 19 de noviembre a expertos y expertas en materia de Psicología y Educación Ambiental para hablar sobre los procesos de la formación de la conciencia ecológica en la infancia, así como de los vínculos entre las experiencias de contacto con la naturaleza. Estas jornadas, dirigidas por José Antonio Corraliza, catedrático en Psicología Ambiental de la Universidad Autónoma de Madrid, y Silvia Collado, profesora e investigadora de la Universidad de Zaragoza, además, profundizan en el compromiso ambiental desde las etapas más tempranas y analizan el efecto que la degradación ambiental a la que nos enfrentamos provoca sobre la salud y el bienestar infantil.

Cuando los niños tienen una relación positiva con la naturaleza tienden a querer conservarla a medida que crecen

Las generaciones futuras sensibilizadas con la conciencia ecológica

Aquel estudio llevado a cabo en Denver es uno de los más representativos en materia de conciencia ambiental para la investigadora Louise Chawla, de la Universidad de Colorado, que defiende la relación tan íntima que hay entre la conexión con la naturaleza en la etapa infantil y el incremento de la conciencia ecológica.

«Desde 1990, cientos de estudios y encuestas han demostrado que los jóvenes están más concienciados por el clima. Y es que, para muchos, el cambio climático se ha vuelto parte de su vida»

indica la experta durante la jornada a la vez que muestra en pantalla imágenes de algunos hogares derruidos por las inundaciones de 2013 en la ciudad donde se entrevistó a los niños. Resulta evidente, pues, que los efectos a larga escala de la crisis climática afectan de forma directa al bienestar emocional de los más pequeños de distintas maneras. Algunos, indica Chawla, afrontan esta ansiedad ambiental tomando acción en el problema, bien sea de forma individual o colectiva. Otros hacen algo similar, pero confiando más en la acción política y científica. Por último, encontramos el grupo más preocupante: los jóvenes que directamente pierden la fe y deciden ignorar el problema.

Louise Chawla: «Desde 1990, los jóvenes están más concienciados con el cambio climático se ha vuelto parte de su vida»

El valor de la naturaleza en la infancia

Construir esperanza como llamada a la acción es fundamental en estos casos. Como indica el catedrático de Psicología Ambiental en la Universidad de Barcelona, Enric Pol, la adolescencia es un momento crítico para la conciencia ecológica: «En 2007 realizamos un estudio sobre el conocimiento de la educación ambiental de los niños y jóvenes y, entre los 8 y los 13 años, caía en picado. Repetimos el mismo estudio cuatro años después para observar que su conocimiento de la educación ambiental había caído a los niveles de los chavales de 14 y 15 años, que eran aún más bajos». ¿Qué había cambiado? Una mayor presencia en las redes sociales, donde el proceso comunicativo está plagado de información excesiva que incita a desconectar. A pesar del ejemplo de Thunberg y los miles de jóvenes por el clima que no han dejado de moverse por el cambio climático –y que, durante la pandemia, han trasladado su lucha al medio digital–, lo cierto es que, en la adolescencia, y con las redes como medio comunicador, explica Chawla, «surge una mayor desconexión con la naturaleza, lo que hace caer en picado la conciencia ambiental».

Como apunta la experta en su ponencia en la UIMP, cuando los niños y niñas tienen una relación positiva con la naturaleza tienden a querer conservarla a medida que crecen, desarrollando un mayor conocimiento medioambiental y tomando acciones, tanto individuales como colectivas, para ser más sostenibles en su día a día. La forma en la que interactuamos con el medio cambia a medida que nos hacemos mayores: los adolescentes, por ejemplo, valoran más la naturaleza como un entorno en el que poder vivir aventuras y socializar; los niños más pequeños, la ven como un patio de juego.

Así, la clave para solidificar una buena conciencia ambiental tiene gran parte de base en el lugar donde más tiempo pasan: los centros educativos. En los colegios y en los institutos se pueden llevar a cabo distintas actividades que la fomenten: generar debates y escuchar a los jóvenes de forma activa, organizar eventos que permitan aprender de otros para tomar acción, aprender a ser parte activa de la solución plantando árboles o construyendo huertos urbanos… las posibilidades son infinitas. De hecho, Chawla, junto con otros colegas de profesión, ha publicado el manual Placemaking with Children and Youth con el objetivo de dar ideas de actividades a desarrollar con los niños para fomentar su conciencia verde.

Enric Pol: «La educación ambiental tiene que entrar transversalmente en todas las materias de la sociedad»

Cuidar el medio ambiente, quid pro quo

Necesitamos de la naturaleza para vivir. No cabe otra opción. Y, como apunta Enric Pol en su ponencia en las jornadas de la UIMP, «la educación ambiental tiene que entrar transversalmente en todas las materias de la sociedad». Incluso en lo relacionado con la salud mental: Joe Hinds, psicólogo de la Universidad de Greenwich, subraya el papel que la naturaleza tiene a la hora de trabajar distintos trastornos psicológicos. Esto es la ecoterapia o terapia verde, un conjunto de técnicas terapéuticas que sostiene que formamos parte de una red viva y que nuestra psicología forma parte del medioambiente. Esta revela que el humano está íntima e inseparablemente conectado a la naturaleza, lo que cambia nuestra forma de entender la mente humana y nuestra relación con el medioambiente. Es otra forma de construir conciencia social a través de un incremento de la calidad de la salud mental. «Los estudios realizados a lo largo del tiempo han demostrado que estar en la naturaleza tiene múltiples beneficios terapéuticos, especialmente en casos de ansiedad y depresión», explica el experto. «Además, se ha observado que existen más comportamientos de cuidado del medioambiente y menos problemas de salud mental en aquellos lugares que tienen amplias zonas verdes en sus vecindarios, así como proximidad a la costa», añade.

Joe Hinds: «El ser humano está íntima e inseparablemente conectado a la naturaleza»

La Ecoterapia

La ecoterapia reduce los pensamientos negativos, promueve la creatividad y estimula la capacidad intelectual, minimizando también los efectos de otros trastornos, como los del de déficit de atención. También se ha demostrado que las personas que dedican un tiempo a caminar o descansar en el bosque tienen menores tasas de cortisol, presión arterial y frecuencia cardiaca, además de dormir mejor. Si tenemos en cuenta que, según la última Encuesta Nacional de Salud del INE,  los porcentajes de ansiedad y estrés no han dejado de aumentar entre los más jóvenes, podemos llegar a la conclusión de que a través del uso de la psicología en la naturaleza puede generarse una síntesis muy valiosa: mientras que el medioambiente les ayuda de forma positiva a trabajar su salud mental, los jóvenes alimentan su conciencia ecológica y se hacen cada vez más y más partícipes de la lucha contra el cambio climático. Cuanto más conecta el ser humano con algo, más quiere cuidarlo. En esta crisis climática la movilización juvenil es primordial y es la naturaleza la que debe marcar la línea de salida.

 

Texto: Cristina Suárez Vega