En un mundo cada vez más globalizado, las aulas cooperativas se están convirtiendo en la nueva forma de aprendizaje: colaborar o ayudarse entre compañeros en vez fomentar la competitividad y el individualismo es la dirección que está tomando el nuevo modelo educativo. ¿El motivo? Los retos mundiales que las sociedades del siglo XXI tienen que afrontar requieren un esfuerzo conjunto.
En un mundo cada vez más poblado y complejo, la capacidad de integración de los miembros del grupo y el trabajo en equipo es determinante no solo para salir adelante de forma individual, sino para solventar los desafíos locales y globales con éxito. Cada vez son menos las profesiones que se pueden desarrollar sin tener en cuenta a todo un equipo integrado por profesionales de diferentes disciplinas con el que, día a día, hay que resolver problemas y conseguir objetivos.
Para que los más pequeños sean capaces de adaptarse a un mundo con estas características, las escuelas cooperativas preparan a los alumnos para que se conviertan en actores activos, en ciudadanos responsables involucrados en el desarrollo sostenible del mundo del que, desde pequeños, forman parte. Así, el enfoque de esta alternativa educativa pone al alumnado en el centro del proceso de aprendizaje para enseñarle, a través de un modelo inclusivo que pretende derribar barreras, que el compañerismo y la colaboración son las claves del éxito. Ese tradicional «lo importante es participar y no ganar» cobra así más relevancia que nunca.