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Biomímesis en el aula, ¿qué podemos aprender de la naturaleza?

Biomímesis

Imitar la vida, eso es lo que significa la palabra biomímesis que Odile Rodríguez de la Fuente menciona para poner de relieve la necesidad de buscar inspiración en nuestro entorno a la hora de afrontar los grandes retos que tenemos por delante.

«En la naturaleza no hay basura, todo se reutiliza y todo se recicla». Así explica Odile Rodríguez de la Fuente las maravillas del entorno natural que podríamos imitar los seres humanos. La bióloga se sentaba, pantalla mediante, con Naturaliza durante el obligado confinamiento provocado por la crisis del coronavirus para explicarnos cómo esa economía circular de la que cada vez se habla más lleva entre nosotros miles de millones de años. Podemos fijarnos en lo que hace nuestra flora y fauna para sobrevivir sin residuos, admite, y traducirlo en propuestas concretas a través de ese proceso que puede fascinar a los más pequeños y que, probablemente, más de un adulto desconozca, llamado biomímesis.

«En la naturaleza no hay basura, todo se recicla»

Odile Rodríguez de la Fuente

Debemos imitar a la naturaleza

«Imitar a la naturaleza», no se trata más que de eso, puntualiza Rodríguez de la Fuente. La biomímesis se trata, explica, ni más ni menos, de la ciencia que estudia la naturaleza y lo que esta ha inventado a lo largo de 4.000 millones de años de evolución. «Aplicar todos esos inventos a nuestra realidad, tanto en el mundo de la forma como en el de la función o en el de cómo funcionan los sistemas», dice, podría ser la solución para muchos de los desafíos a los que nos enfrentamos como seres humanos. Porque, además, es lo que la humanidad lleva haciendo desde sus albores: prestar atención a lo que la naturaleza es capaz de inventar para hacer nuestras vidas más sencillas.

Trasladar la información de la naturaleza a nuestras vidas

Hay cientos de ejemplos de inventos que han revolucionado nuestra historia, pero que no son más que imitaciones de lo que el mundo natural lleva milenios haciendo. El Shinkanse –o tren bala– lleva ya más de medio siglo en funcionamiento y, sin embargo, su creación trajo más de un quebradero de cabeza: cuando entraba en un túnel, por culpa de la gran velocidad que llevaba y el cambio en la densidad del aire, se producía un estallido. «Uno de los ingenieros encargados del diseño era un ornitólogo aficionado y se dio cuenta de que la cabeza del martín pescador entra en el agua cuando pesca y apenas salpica», asegura Rodríguez de la Fuente.

Así se dieron cuenta de que era la forma del pico de esta ave la que facilitaba el movimiento y decidieron utilizarla de modelo «para construir la punta del tren bala», explica. Al hacerlo, no solamente se eliminó el problema del estallido, sino que el tren ganó en eficiencia energética y velocidad. Otros ferrocarriles de alta velocidad, como el AVE español, el TGV francés o el ICE alemán, también se inspiraron en el Martín pescador para volar a ras de suelo.

Otro ejemplo que vemos a diario –y, probablemente, no sepamos que se basa en la naturaleza– es el velcro. Su creador, Georges de Mestral, se inspiró en las semillas de cardo que traía consigo su perro en el pelaje para diseñar este sistema de adhesión de telas tan extendido en el mundo. Por su parte, el arquitecto Mick Pearce decidió tomar prestada la estructura de las colonias de termitas –que controla el clima interno a pesar de las temperaturas extremas externas– para diseñar el centro Eastgate en Zimbabue, un edificio que se autorregula y ha logrado ahorrar más de 3,5 millones de dólares en energía.

La ciencia también ha puesto la biomímesis al servicio de la medicina: varias compañías han creado revestimientos para las paredes de los hospitales que repelen las bacterias que se fortalecen al sobrevivir en condiciones adversas. Para ello han imitado la piel del tiburón, que tiene una textura denticular compuesta por miles de nanoescamas que hacen que ningún microorganismo pueda adherirse a ella.

Pero estos son solo una representación de muchos porque, como ya Leonardo Da Vinci dijo en su momento, «fuera de la naturaleza no hay nada». Y eso es lo que llevó a que este artista e inventor renacentista pasase su vida observando lo que su entorno le podía ofrecer a la hora de crear, como hicieron otros muchos antes y después que él. Todo está inventado y ahí fuera lo podemos encontrar. La naturaleza nos ofrece multitud de lecciones que, como dice Rodríguez de la Fuente, podemos aprender y aplicar a nuestra sociedad y a nuestra economía.

«Fuera de la naturaleza no hay nada y otras búsquedas son vanas»

Leonardo Da Vinci

«Tenemos la biblioteca de Alejandría elevada al cubo a nuestra disposición», pero por algún motivo, a veces se nos olvida que podemos encontrar las soluciones a nuestros problemas si miramos, a través de nuestra ventana, más allá del horizonte.

 

Texto: Raquel Nogueira