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Viaje al corazón de lass escuelas al aire libre

escuelas al aire libre

¿Y si las aulas no tuvieran paredes y pudiéramos asomarnos a la naturaleza? Richard Louv, Katia Hueso, Paqui Godino, Philip Bruchner y la Asociación Nacional de Educación en la Naturaleza defienden los beneficios para grandes y pequeños del contacto con nuestro entorno natural.

La nueva normalidad está estos días en boca de todos, pero con todo lo que va a cambiar tras el COVID-19 podríamos, simplemente, empezar a llamarla nueva realidad y ahorrarnos el oxímoron. Una realidad que nos obliga a replantearnos el funcionamiento de prácticamente todo, incluido el vigente modelo educativo.

Nos preguntamos cómo serán esos colegios poscoronavirus: la adaptación a este nuevo mundo implica un cambio de paradigma escolar en el que la salud y la seguridad de alumnos, profesores y demás personal de los centros educativos serán el eje central. Ya lo ha anunciado el Ministerio de Educación: máximo 20 alumnos por aula, ventilación antes y después de cada clase, limpieza de aseos tres veces al día o turnos para salir al recreo. Estas son algunas de las medidas que las escuelas tendrán que incorporar. Sin duda, un gran reto para educadores y familias por igual. Pero podríamos ser todavía más ambiciosos: en esta línea, y adelantándose a los anuncios del Gobierno, la Asociación Nacional de Educación en la Naturaleza (EDNA) propone una vuelta al cole con clases al aire libre. 

Esta iniciativa se perfila como una de las mejores alternativas para garantizar la seguridad sanitaria necesaria en la desescalada educativa. EDNA lleva mucho tiempo defendiendo este modelo educativo por sus múltiples beneficios, tanto fisiológicos como psicológicos, en las personas, especialmente en la infancia.

«Diversos estudios demuestran que cuanto más en contacto estamos con la naturaleza cuando somos pequeños, mejor actitud medioambiental y relación con el entorno tenemos en nuestra vida adulta», explica Katia Hueso, bióloga y miembro de la Junta Directiva de la Asociación EDNA, además de fundadora en 2011 de  Saltamontes, uno de los primeros proyectos pedagógicos al aire libre en nuestro país. Pero las escuelas al aire libre no son nada nuevo. Su origen se remonta a principios del siglo XX con el llamado «movimiento higienista», que perseguía ofrecer entornos saludables para prevenir o mejorar la salud de enfermos con patologías respiratorias. 

 

 

«El aire fresco y el sol fortalecen nuestro sistema inmunológico»

Philip Bruchner

Después, cuando la II Guerra Mundial incorporó a las mujeres danesas al mercado laboral, desbordando las escuelas con nuevos alumnos, se ideó un sistema de «cama caliente» o rotativo: una parte del alumnado estudiaba al aire libre mientras la otra lo hacía dentro de la escuela, e iban rotando. Hoy, en países como Suecia, Noruega, Alemania o Reino Unido, este tipo de escuelas están homologadas y las administraciones impulsan su desarrollo.

En España, la iniciativa de EDNA ha conseguido ya más de 3.000 firmas de asociaciones, centros educativos y figuras, como la Asociación Española de Educación Ambiental o el psicopedagogo italiano Francesco Tonucci, entre muchos otros. 

La propuesta de EDNA se construye sobre el conocimiento de los expertos en educación ambiental, el marco legal vigente en España respecto a prevención de riesgos y la evidencia científica de que la transmisión del virus es menor en espacios al aire libre, entre otras cosas, porque es más fácil mantener la distancia de seguridad. Además, «el aire fresco y el sol –fuente esencial de vitamina D– fortalecen nuestro sistema inmunológico», explica Philip Bruchner, educador y director de Bosquescuela, escuela al aire libre homologada en España en el año 2015.

Para los preocupados por las inclemencias del tiempo, Hueso reconoce que no hay nada que no pueda resolverse equipándose correctamente. Aunque suponga un desafío, «estas escuelas cuentan con refugios para poder resguardarse y con un protocolo de actuación que previene salir si hay alerta meteorológica», asegura. A pesar de lo que pudiera parecer, esta filosofía educativa no solo se puede desarrollar en un entorno rural. Para Hueso existen infinidad de espacios que podrían ser reutilizados en las urbes: desde bibliotecas hasta museos, pasando por centros culturales o incluso porches. Y recuerda: «tal vez confunda pensar que vamos a necesitar mucho espacio, pero al final se trata de estar, no de salir de excursión».

«La escuela al aire libre se trata de estar, no de salir de excursión»

Katia Hueso

Somos naturaleza 

La tecnología domina prácticamente todos los aspectos de nuestras vidas y nos hace olvidarnos del entorno que nos rodea. Aun así, no es el enemigo; aunque «la falta de equilibrio (digital), tanto en nuestra vida como en las escuelas, puede ser letal», opina Richard Louv, periodista, escritor y educador ambiental.

El que fuera el primero en acuñar la expresión «déficit de naturaleza», o el creciente alejamiento y falta de contacto con la naturaleza y las consecuencias negativas que tiene en las personas, lamenta que «aquellos que estudian y trabajan en entornos digitales invierten una gran cantidad de energía bloqueando muchos sentidos (beneficiosos para la salud) para centrarse en las pantallas que tienen enfrente».

Una educación que promueva y fomente valores medioambientales en la sociedad es la clave para evitar que terminemos siendo animales puramente tecnológicos. «La conexión del ser humano con la naturaleza es fundamental para conservar nuestra humanidad», defiende Louv.

 

 «La conexión del ser humano con la naturaleza es fundamental para conservar nuestra humanidad»

Richard Louv

 

Por eso, como asegura Paqui Godino, es tan importante el contacto con ella «desde la más tierna infancia». La educadora ambiental y fundadora de La Traviesa Ediciones recuerda que este vínculo también debe fomentarse entre los adultos: «Hay que hacer labores de educación en la naturaleza a todas las edades, a través de acciones formación y sensibilización».

«Hay que hacer labores de educación en la naturaleza a todas las edades»

Paqui Godino

Una de las carencias más importantes que hemos sufrido durante el confinamiento ha sido la falta de aire libre y, según Godino, «nos hemos dado cuenta de que necesitamos esa naturaleza que está al alcance de nuestra mano, aunque vivamos en ciudades». Muchas veces basta con pasear por un parque o el descampado más cercano para recordar ese vínculo «estrecho, a la vez que frágil» que une a las sociedades con su entorno. Como dice Godino, «restaurarlo nos hará más resilientes». Tal vez uno de los pasos hacia la sostenibilidad del planeta pase por abrir las puertas de las aulas y sacarlas a la naturaleza.  

 

Texto: Carmen Gómez-Cotta

Fotografía: Bosquescuela