Gestionar el incremento de la temperatura de la Tierra a una velocidad que nos permita adaptarnos a las nuevas circunstancias que el cambio climático nos está imponiendo es clave si queremos que las futuras generaciones disfruten de un planeta verde, habitable y sostenible. Para alcanzarlo, Cristina Monge, asesora ejecutiva de Ecodes y profesora de Sociología en la Universidad de Zaragoza, urge a llevar a cabo una transición más rápida y ambiciosa. Sin embargo, reconoce, es imposible hacerlo sin implicar a los más pequeños a través de desafíos en positivo.
Cada vez más se habla de emergencia climática al hacer referencia a la crisis medioambiental que sufre nuestro planeta. ¿Aún estamos a tiempo de salvarlo?
Los expertos y científicos nos dicen que el cambio climático ya está aquí y que ha venido para quedarse. Es imparable. Pero en nuestras manos está el ritmo, la velocidad y el alcance que tenga. Por cada grado de incremento medio de la temperatura que evitemos, estaremos salvando miles de vidas. Cuando hablamos de cambio climático, hablamos siempre de dos dimensiones: la de adaptación –a las nuevas circunstancias que nos está imponiendo– y la de mitigación –de un incremento de la temperatura–. La clave ahora es gestionar las mitigaciones con la velocidad suficiente como para que nos dé tiempo a la adaptación.
Estamos inmersos en una fase de transición en la que cada vez más empresas y organizaciones, así como ciudadanos y agentes sociales, están poniendo en marcha medidas para paliar los efectos negativos de la acción humana sobre el medioambiente. ¿Son suficientes?
La buena noticia es que la transición ya ha empezado. Pero es muy lenta. Necesitamos una transición más rápida y ambiciosa. Hay que acelerarla. Y para ello es clave la energía, la gestión del agua y, sobre todo, restructurar los actuales niveles de producción y consumo. Esto supone una gran adaptación que implica un cambio de paradigma en la forma de entender nuestro lugar en el mundo. En España, por ejemplo, se habla mucho de la transición justa, pero hay que acelerarla. Las predicciones de los científicos nos revelan que el calentamiento de la Tierra está por encima de lo que habían esperado, así que hay que adoptar medidas más ambiciosas que conjuguen objetivos a largo plazo con disposiciones a corto para alcanzarlos y que las generaciones futuras hereden un planeta ambientalmente más sano.
La COP26 –que se iba a celebrar este próximo mes de noviembre en Glasgow– se ha pospuesto debido al Covid-19 y todavía no hay nueva fecha. ¿En qué medida ha afectado este virus a la lucha contra el calentamiento global? ¿Hemos desandado lo andado?
Para verlo con perspectiva, habrá que esperar unos años. Pero ya tenemos estudios científicos que relacionan la velocidad en el contagio del virus con problemas medioambientales. Por ejemplo, sabemos desde el principio que en la medida en que nuestro ecosistema se va deteriorando y perdiendo biodiversidad, es más fácil que los virus se expandan. O que ciudades en las hay más contaminación del aire significan núcleos urbanos donde es más fácil el contagio. Debido al coronavirus, muchas cosas han pasado un poco a segundo plano –como la elaboración de informes o el consumo de noticias relacionadas con el cambio climático–, pero sigue habiendo muchas voces clamando por un marco de acuerdo verde como base de negociaciones. Muestra de ello es la carta que han firmado políticos, empresarios y científicos pidiendo a la Comisión Europea que el Green Deal europeo sea la base de la recuperación.