Parece que cuando la actividad humana cesa, la fauna –y, en gran medida, la flora– recupera terreno. Algunas especies, cuyos hábitats se han visto afectados en los últimos años, parecen empezar a recuperarse. Osos pardos, jabalíes, zorros… ¿qué está pasando? Hablamos con Mario Quevedo de Anta, biólogo y catedrático de Ecología en la Universidad de Oviedo, para descubrirlo.
A finales de marzo, un vídeo capturaba a un ejemplar de oso pardo explorando un pueblo del suroeste asturiano. Fue tan impactante para muchos que tuvo repercusión más allá de los medios de comunicación locales y regionales. Todos se hicieron eco de una noticia que parecía repetirse una y otra vez ya no solo en España, sino en medio mundo. Jabalíes en Barcelona o Gijón, zorros en Londres, Vigo o en la Casa de Campo de Madrid, pavos salvajes en California… y así un sinfín de animales asomándose a lugares que normalmente miran con recelo.
Los animales retoman las calles
Pareciera que la vida salvaje ha despertado de un letargo provocado por la actividad del ser humano y se hubiese deslizado, lentamente, a los núcleos en los que vivimos para cohabitarlos junto a nosotros. Sin embargo, el biólogo experto en conservación y uso del hábitat y catedrático de Ecología en la Universidad de Oviedo, Mario Quevedo de Anta, recuerda que estos fenómenos no son tan inusuales como pensamos: «No tiene nada de especial que un oso camine por la carretera en Ventanueva (Cangas de Narcea, Asturias), ya que viven a tan solo 50 metros de la zona. Otra cosa es que esta vez haya habido alguien grabándolo».
El aislamiento social al que la pandemia del COVID-19 nos ha forzado hace que muchas personas que normalmente no prestan atención a pequeñas cosas como un animal cruzando la calle o un pájaro cantando por las mañanas, ahora pasen horas mirando por la ventana y siendo conscientes de su entorno. Por eso, uno tras otro, han ido apareciendo titulares sobre la reconquista de la vida silvestre que, para el profesor universitario, serían una exageración, ya que «no se puede hablar de cambios importantes en los comportamientos de los animales debido a los dos meses de parón». Sería necesario un confinamiento mucho más prolongado para que modificasen de manera sustancial sus hábitats. Sin embargo, el experto reconoce que eso no quiere decir que no haya «bichos» apareciendo donde antes no los veíamos.