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5 curiosidades sobre la Tierra para celebrar su día

curiosidades sobre la tierra

Vivimos en un cuerpo celeste que, a poco que se conozca, sorprende como ningún otro. La Tierra es fascinante, pero no siempre le prestamos la atención que requiere. ¿Y si utilizamos estos días para reflexionar sobre las maravillas de nuestro planeta?

El autor de Los Miserables escribió ya en el siglo XIX algo que retumba en el seno de la Tierra hasta nuestros días: «Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras el género humano no la escucha». Víctor Hugo recogió en una sencilla frase la magnitud de la crisis que estaba por llegar en su época y que es innegable en la nuestra. El planeta en el que vivimos y que, cada vez más, clama por nuestra ayuda, es la mayor fuente de vida que existe y, por eso, se le llama madre. Con más de cuatro mil millones de años a sus espaldas, la Tierra esconde secretos y peculiaridades desconocidas para muchos, pero que, al descubrirlas, nos hacen verla de una manera completamente diferente. Estas son 5 curiosidades, de los cientos que existen, sobre el cuerpo celeste en el que vivimos y que no podemos dejar de cuidar.

5 curiosidades sobre la Tierra

8,7 millones de especies, un solo planeta

Los ecosistemas de los que dependemos, como humanos, para sobrevivir están compuestos por alrededor de 8,7 millones de especies animales y vegetales. Al menos así lo confirma un estudio de la Universidad de Hawái (Estados Unidos) realizado en 2011 que, se dice, es el más preciso hasta la fecha. De ellas, solo conocemos 1,3 millones. Por desgracia, WWF alerta con su informe Planeta vivo  de que, desde los años 70 del siglo pasado, tan solo la población mundial de vertebrados se ha visto reducida en un 60% por culpa del calentamiento global, la destrucción de ecosistemas y la crisis de biodiversidad provocada por la acción humana. En nuestra mano está cuidar y proteger (e, incluso, llegar a descubrir) todas esas especies que hacen de nuestro planeta una fuente de vida (casi) inagotable.

La naturaleza, ¿sujeto de derecho?

Ecuador incorporó en su carta magna los derechos de la naturaleza en 2008. Así, el país latinoamericano se convirtió en el primero del mundo en reconocer a la madre Tierra como un ente con derechos y que, por tanto, debe ser cuidada y respetada. La constitución ecuatoriana recoge que «los derechos de la Pachamama están asentados allí donde se reproduce y realiza la vida», por lo que protege a los ecosistemas de la destrucción desmedida por parte del ser humano. Hasta ahora, muchos países han avanzado en la creación de leyes que protejan el medioambiente, pero ninguno ha conseguido, como en Ecuador, crear una figura jurídica que otorgue al planeta un derecho constitucional. Es decir, no se entiende –como ocurre en la mayoría de Estados– que el ser humano tenga derecho a un medioambiente saludable.

Pachamama, Mama Pacha, Papa… los nombres de la madre Tierra

Los pueblos indígenas de todo el mundo llevan la naturaleza grabada en lo más profundo de sus culturas. Por eso, cada uno otorga un nombre diferente al planeta que nos da cobijo, muchas veces situándolo en un plano de deidad. Pachamama o Mama Pacha es uno de los más conocidos en nuestro país al estar ligado a las poblaciones nativas de Latinoamérica. Pero hay muchas más maneras de designar a la Tierra. Por ejemplo, para los mayas era Akna o «nuestra madre», no solo planeta, pero también diosa.

El planeta en el que vivimos es la mayor fuente de vida que existe, por eso se le llama madre

Para el pueblo polinesio originario de Nueva Zelanda, los maoríes, la tierra –con mayúscula y con minúscula– se llama papatūānuku o «la casa de la humanidad», palabra que también se refiere al útero. Papa (en femenino), haumea y kaluahine son las tres palabras que los nativos de Hawái utilizan para hablar de su madre naturaleza. Tatei yurianaka es la forman en la que los huicholes o wixárikas, un pueblo indígena mayoritario en el oeste central de México, hablan de la naturaleza y el medioambiente. Con poblaciones indígenas distribuidas a lo largo y ancho del mundo –ocupan el 22% del territorio–, existen cientos de palabras diferentes que engloban la naturaleza, su biodiversidad y ecosistemas –y el planeta en sí– en su significado.

El poder de los ecosistemas sanos

La biodiversidad necesita de nuestra protección y respeto no solo para beneficiar a la naturaleza en sí –a su flora y su fauna–, sino para cuidar nuestra propia salud. Según Naciones Unidas, cada 4 meses surge una nueva enfermedad infecciosa en los humanos, como esta última pandemia y el 75% de ellas provienen de animales. Los ecosistemas sanos nos ayudan a protegernos de estos nuevos patógenos –y de los que ya existen– ya que la diversidad de especies dificulta que se propaguen. Por eso, la lucha contra la emergencia climática y la pérdida de biodiversidad protege también a los humanos de pandemias y enfermedades nuevas. No debemos olvidarlo: cada especie, por insignificante que parezca, cumple una función clave en el funcionamiento de la Tierra.

1,5°C: la cifra más importante para el planeta

Naciones Unidas, junto a los expertos y científicos mundiales, lleva años alertando de la importancia de que la temperatura terrestre no supere ese número. «Si bien todavía habrá impactos climáticos en un escenario de calentamiento de 1,5°C, este es el nivel con los efectos menos devastadores», asegura el Programa para el Medio Ambiente de la ONU en su Informe sobre la Brecha de Emisiones 2019. Cuando el planeta alcance esta temperatura, por ejemplo, se perderán el 70% de los arrecifes de corales; sin embargo, por encima de los 2°C, desaparecerán prácticamente todos estos animales. Algo similar podría ocurrir con los insectos polinizadores, vitales para que los cultivos y plantas se desarrollen. El aumento del nivel del mar, el deshielo del Ártico y la desertificación de lugares en los que ya hoy las sequías son frecuentes serían consecuencia directa de un aumento de la temperatura por encima de esa máxima. De ahí, la importancia de la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, del reciclaje, de la economía circular y, por supuesto, de los Acuerdos de París. La Tierra se adapta, como viene haciendo desde hace millones de años, pero es esencial que mantenga unas condiciones óptimas para que la vida continúe.