El ser humano con sus acciones ha sido, en gran parte, el responsable de ello, pero, precisamente por eso, es en sus manos donde se encuentra la solución para poner freno a esa situación límite. En este punto, la educación ambiental se convierten en la gran herramienta con la que contamos para, si no solucionar completamente este problema, sí al menos ayudarnos a avanzar en la búsqueda de un futuro que, de verdad, exista teniendo en cuenta el cuidado de nuestro planeta y luchando contra el cambio climático.
Así, la educación ambiental comienza con un profundo ejercicio de reflexión individual y, posteriormente, de concienciación a nivel global. Para ello hace falta, sobre todo, pedagogía, información y formación. Y una de sus principales funciones es esa: enseñar a respetar el planeta conociendo sus límites biofísicos para, también, aprender a convivir en armonía con el resto de especies.
De esta forma, se hace (aún) más necesario apuntar en el calendario una fecha para darle la importancia que realmente se merece esta disciplina que todos los 26 de enero, desde hace ya más de 40 años, cuenta con su propia efeméride: el Día Mundial de la Educación Ambiental.